Un desafortunado puente: lecciones por aprender
Hugo Maúl R. sobre el choque del buque Dalí en Baltimore, Maryland.
Después de la colisión del buque portacontenedores Dalí con una de las bases del puente Francis Scott Key, sobre el río Patapsco en Baltimore, Maryland, empiezan a surgir las preguntas insidiosas: ¿Por qué no estaba el puente diseñado para resistir una colisión de este tipo? ¿Era probable que un buque portacontenedores sufriera una colisión en las inmediaciones del puerto ? ¿Y que la colisión fuera contra las bases de un puente? ¿Era probable que un buque portacontenedores se quedará sin energía de manera súbita? ¿Y que la perdiera muy cerca ya del puerto? “Para adivino Dios y para sabio Salomón” sería la forma sarcástica de responder todos estos cuestionamientos. En otras palabras, si se hubiera sabido que el Dalí iba a colisionar con la base del referido puente, muchas acciones se pudieron haber tomado para minimizar o evitar los daños: reforzar las bases del puente; haber dotado de un poderoso set de motores adicionales al Dalí para hacer frente al problema mecánico que tuvo; etcétera.
El acontecimiento, ciertamente, era improbable, pero no imposible. Según medios especializados, entre 2009 y 2018 más de la tercera parte de todos los percances relacionados con el transporte por barco se debieron a daños parciales o totales en sus motores.1 Según esta misma fuente , cerca del 13% de todos los percances de buques durante el período de referencia fueron colisiones. A la luz de esta información, ni los desperfectos mecánicos, ni las colisiones son eventos imposibles de predecir. En términos generales, son predecibles. En términos específicos, son casi imposibles de predecir. Es decir, en relación a todos los percances que involucran barcos alrededor del mundo, dada la cantidad total de viajes que se realizan, podría establecerse de manera aproximada la probabilidad de ocurrencia de un accidente que involucre falla en los motores y colisión al mismo tiempo. Como se acostumbra a decir en lengua inglesa: “shit happens.”
“En relación a todos los percances que involucran barcos alrededor del mundo, dada la cantidad total de viajes que se realizan, podría establecerse de manera aproximada la probabilidad de ocurrencia de un accidente que involucre falla en los motores y colisión al mismo tiempo.”
Ahora bien, estimar la probabilidad de que tales problemas ocurrieran en la forma, tiempo y lugar en los que ocurrieron en Baltimore hace unos días, es una tarea que raya en lo imposible o que resulta altamente costosa. De esa cuenta, aunque las autoridades a cargo de darle el mantenimiento a dicho puente hubieran estado conscientes de la posibilidad que un barco pudiera chocar contra la base del puente, la probabilidad que un accidente de este tipo provocará el colapso total parecía tan remota, que resultaba completamente racional desde la perspectiva económica no hacer nada al respecto. Claro está, a “toro pasado” es fácil culpar a dichas autoridades de no haber tomado las previsiones necesarias para minimizar el daño causado por un accidente de este tipo.
Por ejemplo, se construyó este puente hace más de 50 años, el tamaño promedio de los buques portacontenedores era de menos de 3 mil TEU (Twenty-Foot Equivalent Unit; unidad equivalente a un contenedor de 20 pies) y buques como el Dalí, de mediados de la primera década de este siglo, son de 10 mil TEU. Haber previsto lo que implicaba un golpe de un objeto de 100 mil toneladas de peso y de 300 metros de largo moviéndose a unos 2km/hr sobre la base del puente estaba fuera del alcance de cualquier mortal. Según los expertos, una fuerza de impacto equivalente a 300 millones de libras. Sin entrar en asuntos de ingeniería naval y de diseño de largos puentes suspendidos, disciplinas altamente especializadas y típicas del primer mundo, cualquier tipo de protección para ese tipo de colisión representaba fuertes inversiones. Por ejemplo, cambiar el diseño del puente para que sus bases soporten una fuerza de esa magnitud. O bien, construir “islas” de piedra alrededor de las bases del puente o cualquier otro tipo de mecanismo diseñado para absorber el impacto.
El problema, en esencia, es el de justificar la rentabilidad de dichas inversiones en protección antes que ocurran este tipo de eventos catastróficos. Dado que los recursos son escasos, inversiones de este tipo deben ser evaluadas detenidamente; dichos recursos tienen importantes usos alternativos. El reto consiste en justificar la inversión en condiciones de incertidumbre. Según expertos consultados, para puentes como el Francis Scott Key el estándar de la industria establece que resulta aceptable un colapso similar al sucedido una (1) vez cada 10,000 años.2 Según estos mismos expertos, la probabilidad que ocurriera un accidente de las características del observado es de uno (1) cada 100,000 años.
Este desafortunado accidente sirve para mostrar la importancia que tiene la evaluación económica y social de las inversiones públicas. En esta materia no basta con tener buenas ideas, nobles intenciones o deseo de hacer el bien, también es necesario demostrarlo: determinar la rentabilidad económica y social de los distintos usos que pueden tener los fondos. Establecer un sistema que permita ordenar los proyectos de mayor a menor rentabilidad económica y social, en donde cada dólar adicional de inversión pública se dirija hacia los proyectos con mayor retorno esperado. En este caso, la evaluación económica de no proteger las bases del puente ha sido correcta, aunque el puente se encuentra ahora en el fondo del río; ex ante, la mejor decisión era “jugársela” y esperar que nunca llegara a ocurrir un evento de este tipo. Desde la perspectiva de la economía política detrás de la asignación de fondos públicos para proyectos de infraestructura, seguramente habría sido muy difícil justificar multimillonarias inversiones bajo el pretexto de prevenir pérdidas ante eventos extremadamente poco probables.
A pesar de esto, el incidente en Baltimore enseña que, aunque algunos eventos sean altamente improbables, no son imposibles. La incertidumbre inherente a situaciones como estas exige repensar las estrategias de diseño de este tipo de infraestructura y de toma de decisiones. La necesidad de balancear la rentabilidad económica con la capacidad de respuesta ante lo inesperado. Si bien es comprensible desde una perspectiva económica no invertir en protecciones para eventos extremadamente improbables, también es necesario considerar el impacto potencial que sucesos improbables, pero no imposibles, pueden tener para el sistema económico y social como un todo. Incorporar elementos de decisión adicionales a los que indicaría la “normal” evaluación de los proyectos. En el caso del tráfico marítimo y el diseño de puentes, considerar que la capacidad de los barcos portacontenedores, como el Dalí, ha crecido en casi 1,500% durante los últimos 50 años: “buques más grandes implican acumulaciones de riesgos mucho mayores y mayor valor en riesgo… tanto a bordo de los buques como en los puertos. La gestión de incidentes en los que se ven involucrados grandes buques, como incendios, encalladuras y colisiones, también es más compleja y costosa… [son de especial] preocupación los barcos portacontenedores de grandes dimensiones (con capacidad de carga de más de 20,000 TEU).”3
“Si bien es comprensible desde una perspectiva económica no invertir en protecciones para eventos extremadamente improbables, también es necesario considerar el impacto potencial que sucesos improbables, pero no imposibles, pueden tener para el sistema económico y social como un todo.”
Si se quieren evitar accidentes como el del Dalí, al momento de diseñar el nuevo puente sobre el río Patapsco, en Baltimore, habría que considerar el tamaño que tendrán este tipo de buques dentro de 50 años. Esto es, diseñar sistemas que no solo resisten a los choques y perturbaciones, sino que también se beneficien de ellas; introducir flexibilidad, redundancia adaptativa y capacidad de aprendizaje en los sistemas. En última instancia, no se trata sólo de evitar el colapso ante eventos extremos, sino de prosperar y evolucionar a partir de ellos. En ausencia de este tipo de valoraciones y de una adecuada estimación de la rentabilidad económica y social de los proyectos, cualquier tipo de inversión podría ser justificable: por ejemplo, estructuras para proteger los puentes de “lluvias de meteoritos”. Onerosas inversiones que no sirven para nada, salvo para enriquecer a quienes se les ocurren este tipo de ideas y quienes aprueban el uso de fondos públicos con estos propósitos.
Allianz Global. 2019, Safety and Shipping Review. p.17
El-Tawil, Sherif. “Bridges can be Protected from Ship Collisions.” The Conversation. March 28, 2024.
Allianz Global, Op. Cit.p. 20.