Sembrar bien para cosechar mejor
Hugo Maúl maneja las expectativas populares frente a la administración entrante.
Sacar adelante un plan de gobierno nunca ha sido algo sencillo para ningún partido en el poder, así tuviera mayoría en el Congreso, las condiciones económicas fueran favorables o contarán con todo el apoyo de la población. Al final de cuentas, por más meticuloso que haya sido el proceso de elaboración de dicho plan, una cosa es la teoría y otra, muy distinta, la práctica. Más todavía, cuando las circunstancias bajo las cuales se tendrá que sacar adelante dicho plan son muy distintas a las que se previeron cuando el mismo se elaboró. O bien, cuando los supuestos en lo que éste se basa resultan ser muy alejados de la realidad en la cual se tendrá que operar. Es importante que se comprenda bien que no basta con la “benevolencia social”, por llamar de alguna forma a las buenas intenciones de quienes tengan a su cargo las riendas de las políticas públicas, para garantizar que todo lo que se prometió en campaña se cumplirá a cabalidad en la realidad. Es común que cualquier nuevo gobierno que asuma el poder, más aún en las circunstancias particulares por las que atraviesa Guatemala, “sea constantemente abofeteado y sitiado por grupos de interés político, económico y social -a veces abierta y directamente, a veces en modalidades más clandestinas, aun siniestras”.1
Así como resultaría derrotista aceptar de antemano que, dadas las circunstancias imperantes, se “hará lo que se pueda”, resultaría quijotesco creer que el nuevo gobierno podrá cumplir todas sus propuestas, tal y como quedaron plasmadas en su plan de gobierno. Por más que las expectativas de la población estén “por lo cielos” con el cambio de gobierno, hay que reconocer que el gobierno de Arévalo deberá afrontar una compleja realidad que complicaría la efectiva y pronta puesta en práctica de su plan de gobierno. De tal cuenta, urge la construcción de un consenso mínimo, en torno a un “buen” conjunto de políticas públicas, principios guía y un conjunto mínimo de prioridades de “este mundo”, más que perseguir una multiplicidad de objetivos, en variados campos de acción y batallando solos contra el mundo.
En ese sentido, el plan de gobierno que se presentó durante la campaña debería pasar a ser el “Norte” simbólico de las acciones del gobierno del Movimiento Semilla, más que una camisa de fuerza que impida al nuevo gobierno realizar ajustes sobre la marcha para construir una amplia alianza entre todos los grupos que comparten el rechazo de este partido hacia la forma tradicional de hacer política y se identifican, en términos generales, con sus grandes objetivos en materia económica y social. Es necesario enfatizar que la consistencia y coherencia con relación a un plan de gobierno no necesariamente implica cumplir al “pie de la letra” todo lo ahí establecido. Se pueden realizar muchas modificaciones y seguir siendo coherente con el gran sentido del plan, así como también se pueden cometer unas cuantas modificaciones totalmente equivocadas que inutilicen totalmente dicho plan.
“Hay que reconocer que el gobierno de Arévalo deberá afrontar una compleja realidad que complicaría la efectiva y pronta puesta en práctica de su plan de gobierno.”
Lo primero que debe asegurar el nuevo gobierno, metafóricamente hablando, es “no morir en el intento”. Segundo, reconocer que lograr los cambios que desean no será una tarea fácil y se necesitará establecer prioridades claras y metas creíbles al respecto, de manera que quede claro para la población los límites de lo que puede y no puede hacerse. Tercero, poner en marcha un conjunto de acciones concretas que les permitan mostrar resultados de manera rápida a la población. Cuarto, en la medida que se afiancen en el poder y se adquiera experiencia en el manejo de la cosa pública, empezar a pensar con las grandes reformas contenidas en su plan. Etapa que, muy probablemente, tal como ha sucedido a otros gobiernos en el poder, apenas podrán iniciar dados los problemas que tendrán que sortear al inicio de su gobierno, el período de ajuste y aprendizaje necesario para “domar” al aparato público y el desgaste gradual que conlleva el ejercicio del poder.
En este tipo de cuestiones, “menos es más”; como se dice coloquialmente, evitar aquello del que “mucho abarca, poco aprieta”. Sobre todo, es importante que tengan en cuenta el deterioro reciente de las expectativas de la población en materia económica, política y social, así como el alto grado de incertidumbre en materia jurídica y política que el país ha experimentado durante este año. La incertidumbre “causa toda clase de costos… hace que la gente titubeé, que se niegue a tomar decisiones importantes… conduce a que la gente [malgaste] recursos económicos e incurra en costos [innecesarios] para protegerse contra los riesgos de cambios en las actitudes del gobierno y de vuelcos en la dirección y el espíritu de la política económica”.2 Un amplio consenso político en torno a un conjunto de políticas públicas priorizadas ayudaría a construir confianza entre quienes hoy están temerosos del futuro, además de ayudar a estabilizar las expectativas acerca del futuro del país.
Harberger, A. & E. Fontaine (1990). Lineamientos de política económica y social para Guatemala, 1991-1995. CIEN: Guatemala. p. 4.
p. 7.