Plumazos del domingo 6 de agosto de 2023
Apuntes de política y economía de Vaclav Masek y José Gálvez.
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Golpismo brasileño, gringo y chapín
Vaclav Masek
Hay un escenario que describe las últimas elecciones en Estados Unidos y Brasil, las dos democracias más grandes del hemisferio occidental.
Abajo en las encuestas, el incumbente de extrema derecha advirtió sobre el fraude electoral a pesar de no tener pruebas fehacientes. Después de perder la elección, afirmó que la votación fue manipulada maliciosamente. Miles de sus partidarios, envueltos en la bandera nacional y engañados por teorías de conspiración que se esparcieron en redes sociales, irrumpieron en el Congreso en un intento por anular o revertir los resultados.
A dos días del segundo aniversario del intento de golpe en EE.UU., cuando los partidarios de Donald Trump tomaron el Capitolio para evitar que Joe Biden fuera proclamado presidente el 6 de enero de 2021, grupos a favor del expresidente brasileño Jair Bolsonaro intentaron algo similar en contra de Luiz Inácio “Lula” da Silva el 8 de enero de 2022. Parecía una perversa coincidencia de la historia.
Si bien el comportamiento de los dos expresidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro fue notablemente similar, las consecuencias políticas han sido drásticamente diferentes. Hoy, Trump enfrenta cargos federales y estatales que lo acusan de sobornar a una estrella porno, manejar indebidamente documentos clasificados y por intentar subvertir los resultados electorales en una conspiración para defraudar a nivel federal.1 Aún así, el expresidente sigue siendo la figura más influyente de la derecha estadounidense. Más de dos años después de dejar la Casa Blanca, nuevamente parece estar listo para convertirse en el candidato republicano a la presidencia, con una amplia ventaja en las encuestas de las primarias del GOP. Trump, incluso si es condenado en un caso antes de las elecciones del próximo año, aún podría postularse.
En Brasil, Bolsonaro ha enfrentado un retroceso mucho más rápido y feroz. El expresidente también enfrenta numerosas investigaciones criminales como Trump. Las autoridades allanaron su casa y menos de seis meses después de que dejó el poder, el tribunal electoral de Brasil votó para bloquear a Bolsonaro de un cargo político por ocho años. El panel de siete jueces de la corte votó 5-2 en su contra, encontrando culpable al expresidente de abuso de poder cuando hizo afirmaciones sin fundamento sobre la integridad de los sistemas de votación de Brasil en la televisión estatal. Su próxima oportunidad a la presidencia sería en las elecciones de 2030, cuando tenga 75 años, lo que implica un destierro de la política brasileña hasta el final de la década.
En Brasil, el establecimiento político se ha alejado en gran medida del discurso del fraude electoral y hasta del propio Bolsonaro. Los líderes conservadores del país ahora están impulsando a un líder más moderado como el nuevo abanderado de la derecha brasileña. Mientras tanto, las repercusiones político-legales en los EE.UU. han sido diferentes. Gran parte del Partido Republicano ha aceptado las afirmaciones infundadas del fraude electoral. Hay estados que han aprobado leyes que dificultan el voto y el electorado se ha decantado por elegir candidatos que niegan las elecciones para el Congreso y las legislaturas estatales. Ni siquiera una condena inhabilita a Trump de sus derechos políticos, por lo que su candidatura para 2024 es casi un hecho.
A diferencia de sus anteriores contrapartes en Washington y Brasília, el oficialismo guatemalteco del presidente Alejandro Giammattei ha permanecido en un rol de menor protagonismo. El intento de golpe de Estado que muchos han llamado “técnico,” “electoral,” o “en cámara lenta,” está siendo propiciado por los delitos flagrantes del Ministerio Público a cargo de la Fiscal General, Consuelo Porras; el jefe de Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Rafael Curruchiche; y el Juez Fredy Orellana, a cargo del juzgado Séptimo Penal, quien ordenó al MP investigar al Registrador de Ciudadanos del TSE y que llamó a la cancelación del partido Semilla a petición de la FECI.2
“En Guatemala vivimos un intento de golpe de Estado que muchos han llamado “técnico,” “electoral,” o “en cámara lenta,” que está siendo propiciado por delitos flagrantes del Ministerio Público a cargo de la Fiscal General, Consuelo Porras.”
En Guatemala no hay irrupciones al Congreso como en EE.UU. o Brasil, pero sí claros intentos de golpe al orden constitucional y el ejercicio democrático electoral. Esta vez, los ejecutores del despropósito no son enajenados conspiranoicos que bebieron del agua envenenada que se aferra a la narrativa del fraude, como trumpistas floridianos o bolsonaristas cariocas, sino apparatchiks del Organismo Judicial, el órgano estatal que ha sido estratégicamente instrumentalizado para socavar la legítima voluntad popular. Además, los escenarios dispares de supuesto fraude, esparcidos tanto en EE.UU. como en Brasil, hacen eco en Guatemala por la centralidad de los esfuerzos de facciones de la ultraderecha y sus afanes antidemocráticos.
Las recientes experiencias electorales en las dos democracias más grandes del hemisferio revelan que la coalición dominante puede cristalizar intereses basándose en narrativa del fraude mediante el lanzamiento de una “gran mentira,”3 una grave distorsión o tergiversación de la verdad utilizada principalmente como técnica de propaganda política, y confiar que será apoyada por partidistas acérrimos. Por otra parte, Trump, Bolsonaro y los cientos de personas procesadas penalmente son evidencia que partícipes pueden sufrir consecuencias legales serias por difundir la “gran mentira,” eventualmente derivando en implicaciones políticas tangibles.
La moraleja es que el golpismo debe ser penalizado. En Guatemala, primero, tenemos que negar la “gran mentira” y seguir defendiendo nuestra joven y asediada democracia.
Entre Sueños y Pesadillas: Trabajo, Migración e Informalidad
José Gálvez
Eran las cinco de la mañana de un sábado en un pueblo pequeño de Colorado. En esas mañanas de otoño, el frío ahogaba los pulmones con cada suspiro, y un grupo de guatemaltecos esperaban a Mark, el conductor de la van que los llevaría a una granja en las afueras del pueblo. El gringo bonachón, siempre llegaba puntual. En la granja, los migrantes aprenderían a usar una motosierra o una pistola de clavos. Hasta ese entonces, sólo sabían chapear y martillar. Limpiarían la maleza con tijeras de jardín, instalarían cercas y se subirían en largas escaleras hasta lo más alto de un granero maloliente a orines de cabra. Pintarían de blanco los tablones rechinantes de la estructura, previniendo así que el inclemente invierno de las Rocosas les pudriera. Por el día de arduo trabajo, cada uno se ganarían ciento ochenta dólares, de los que parte gastarían bebiendo en la noche, tratando de olvidar el dolor de extrañar a los que dejaron atrás, tristes, distantes, ahogados de melancolía, pero no abandonados; el dinero que sobraría se mandaría a casa. El domingo, mientras jugaban fútbol en las últimas tardes de poca nieve, sonreirían en el parque del pueblo, mientras se preparaban para continuar el lunes, la helada y cansina vida distante que les tocó vivir. Después de la chamusca, cantarían alguna canción de banda y comerían frijoles volteados de lata, que les recordarían a las cálidas cenas en casa. Cenas con tortillas y picado de rábano que quedaron atrás, a cambio de las penurias del viaje al norte y el dinero.
Hace algunas semanas, en medio del desordenado tráfico matutino de la capital, escuchaba en la radio del carro un popular programa de análisis. Los locutores iban describiendo diferentes perspectivas sobre el irresuelto problema de la migración. Fue fácil identificar dos discursos dominantes y trágicamente incompletos por parte de los anfitriones. Quizás esperaba demasiado de ellos. Mientras la locutora resaltaba excesivos trámites para migrar de manera legal, su compañero, más apasionado, indicaba que el problema residía en la xenofobia de los republicanos, al ser la migración un tema central en la posición de Trump y su ridículo muro. Ambos locutores regurgitaban, a su estilo, las clásicas críticas de neoliberales “conservadores” y las condenas vacías de demócratas “progresivos”. Ambas perspectivas han sido históricamente inútiles en resolver los problemas de fondo de la migración ilegal. Es tan fácil tirarle el muerto a burocracias como tirarlo a gente que odia. Poco hablaban en la radio sobre la economía política de la migración. Nos guste o no, se podría especular que los locutores sudaban calenturas ajenas con marcos de análisis extranjeros sin dientes, evadiendo así, una discusión más profunda, honesta y productiva sobre el tema.
“Ambos locutores regurgitaban, a su estilo, las clásicas críticas de neoliberales “conservadores” y las condenas vacías de demócratas “progresivos”. Ambas perspectivas han sido históricamente inútiles en resolver los problemas de fondo de la migración ilegal.”
Javier Urbano, el visitante mexicano en el episodio de ese programa, se encargó de cambiar esto y dejarlo claro: El problema es económico. Para los empleadores del norte es beneficioso disponer de una fuerza laboral compuesta de migrantes legalmente vulnerables. De acá, se siguen yendo en caravanas, aunque se arriesguen a morir en el camino o a ser deportados en cuanto lleguen. Mientras ninguno de los lados resuelve, los costos por realizar tareas tediosas o peligrosas para los patronos del norte continúan siendo más bajos si hay migrantes. Es decir, la imposición de pobres condiciones laborales es rentable para empresas norteamericanas, pero tiene resultados perniciosos sobre las condiciones de vida de trabajadores migrantes que viven en países desarrollados. Sale mucho más caro a empresas contratar a estadounidenses con deudas universitarias, una hipoteca y años de educación terciaria. ¡Vaya sueño americano! ¡Un sueño construido sobre las amenazas latentes de pesadillas de migrantes! Urbano repetiría lo que muchos ya entendimos: Los latinos, entre ellos, muchos compatriotas, cubren jerarquías en el mercado laboral del país del norte que los mismos gringos ya no quieren.
“Para los empleadores del norte es beneficioso disponer de una fuerza laboral compuesta de migrantes legalmente vulnerables. De acá, se siguen yendo en caravanas.”
El peor error al abstraer todo esto, sería no ser humildes. No hay que sentirse indignados por una supuesta postura económica explotativa por parte de los estadounidenses. Acá reproducimos ese sistema económico con precisión. Acá le llamamos informalidad. Mientras muchos trabajadores sueñan con la formalidad, sigue siendo conveniente para patronos mantener, a modo de reforzar el sometimiento de sus empleados, la amenaza de lo informal. No nos importa pagarle menos a ese “sector”. Al igual que los migrantes, los informales viven marginalmente. Mientras existan informales costo-efectivos y fácilmente explotables que puedan substituir a formales, el riesgo del desacato en la formalidad será alto. Aceptamos que trabajadores informales, empleados y ciudadanos de segunda clase, frecuentemente dedicados a actividades redundantes y peligrosas, conserven su mal estatus y su condición laboral precaria y riesgosa, excluidos de instituciones que les permitan tomar mejores decisiones de largo plazo. Terminan como es de esperar, con baja productividad, pobre educación y sin futuro, pero mandando dinero a casa. En todos lados dan vuelta las ruedas generacionales de la pobreza. ¡Vaya pesadilla! Mejor migrar: el sueño guatemalteco.
El 1 de agosto de 2023, un gran jurado acusó a Trump de cuatro cargos: conspiración para defraudar a los Estados Unidos; obstruir un procedimiento oficial relacionado con la certificación de los resultados electorales del 6 de enero de 2021; conspirar para obstruir un procedimiento oficial; y conspiración contra los derechos. Es la tercera acusación federal de Trump y la primera acusación contra un presidente de EE. UU. en relación con sus acciones mientras estuvo en el cargo. Trump se declaró inocente el 3 de agosto de 2023 durante su lectura de cargos.
Carolina Gamazo, Diego Orellana, Edwin Bercián. “¿Quién es el juez Fredy Orellana?” No Ficción. 19 de julio de 2023. https://www.no-ficcion.com/projects/juez-fredy-orellana
La “gran mentira” (en alemán: große Lüge) es una técnica propagandística diseñada por Adolf Hitler. En su libro Mi lucha (1925), Hitler habla de una mentira tan colosal que nadie se atrevería a cuestionarla, porque al hacerlo distorsionaría la verdad de manera demasiado infame.