Plumazos del domingo 27 de agosto de 2023
Apuntes postelectorales de José Luis Moreira y Vaclav Masek.
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Gobernabilidad: ¿respeto a la voluntad popular o concesiones a grupos de interés?
José Luis Moreira
Con la sorpresiva elección de Bernardo Arévalo del Movimiento Semilla, la ciudadanía se enfrenta a una pregunta política existencial, bastante inédita para nuestra joven y herida tradición democrática: ¿cuál es la esencia y fuente legítima de gobernabilidad en nuestro sistema político? El triunfo de un candidato relativamente alejado de las plataformas tradicionales de presidencialización ha dejado absorta a una población que trágicamente encuentra la respuesta a esta pregunta en los opacos flujos de financiamiento, en prestadores de discurso técnico-ideológico y en operadores de alianzas políticas fuera y dentro del Estado. Con Arévalo, esta respuesta no se hace para nada evidente.
La consolidación de la democracia en Guatemala es un reto complicado dada la fundamental debilidad del Estado y el discurso miguateco que la normaliza y justifica. Esto ha facilitado que los antes-no-tan-públicamente-verbalizados “pactos de gobernabilidad” entre grupos predadores de la cosa pública se hayan erigido como las columnas básicas de “gobernabilidad”. El reparto de ministerios con poder regulatorio. El reparto de sillas en instituciones del Estado; el reparto de plazas fantasmas y recursos públicos.
Con las recientes elecciones, Guatemala tiene otra oportunidad, una vez más, de cambiar las preocupantes tendencias de su convaleciente sistema democrático. Y esto se empieza reconociendo a la supremacía de la soberanía popular y la democracia como fundamento original de la acción pública. La soberanía popular ya fue expresada legítimamente en las últimas elecciones, si bien como producto no deliberado de la estupidez y abuso de poder del Pacto de Corruptos. Con el voto, los ciudadanos están delegando en sus elegidos el mandato de representar sus necesidades y deseos. Este acto trasciende la mera acción de marcar una papeleta; es la encarnación del poder ciudadano en su máxima expresión.
Como era de esperarse ante un resultado electoral atípico, las respuestas de los representantes del sistema no se hicieron esperar, todas con un grado variable de beligerancia. Se hicieron públicas conspiraciones dentro del Estado para cometer un magnicidio. El MP insiste con obscenos abusos de judicialización en contra del partido Movimiento Semilla. Y, con un grado de civilidad mayor, hubo la verbalización de un “pacto de gobernabilidad” por parte de grupos de interés que antes ya los constituían, solo que sin necesidad de apelar públicamente a él.
Los pactos de grupos de interés, a menudo presentados como estrategias pragmáticas para lograr un equilibrio político, pueden ser un espejismo peligroso. Superficialmente, estas negociaciones pretenden dar la imagen de la culminación de consensos entre representantes de la sociedad de Guatemala, pero en la realidad, más a menudo de lo que admitiríamos, se convierten en cunas de inmovilidad. ¿De qué está sirviendo el voto entonces? Las negociaciones interminables y las concesiones diluidas llevan a decisiones anémicas que no satisfacen a nadie y dejan intactos los males que la sociedad está exigiendo cambiar. Y, sobre todo, es una falta de respeto a la democracia y la fe de los votantes.
La falta de un ímpetu reformista en Guatemala es directamente atribuible a la creencia de que estos pactos de gobernabilidad son necesarios para que un gobierno tenga legitimidad. Las promesas de transformación y cambio se disuelven como un castillo de naipes, y los ciudadanos se ven atrapados en una maraña de indecisión y estancamiento. La urgencia de tomar medidas audaces se desvanece en medio de las luchas internas y las tácticas de reajuste. La voz del pueblo queda ahogada por cálculos de élites políticas y económicas.
En un país donde el poder se negocia a menudo entre bambalinas, es tentador olvidar que el voto es la verdadera moneda de la gobernabilidad. La participación de la ciudadanía guatemalteca en este ciclo electoral reafirma que la población aún cree en que el rumbo de la nación se puede cambiar a través del voto. Es hora de confrontar la tendencia de ceder ante los intereses detrás de las puertas cerradas y reafirmar que la soberanía popular es la base de una gobernabilidad auténtica y transformadora.
“ La participación de la ciudadanía guatemalteca en este ciclo electoral reafirma que la población aún cree en que el rumbo de la nación se puede cambiar a través del voto.”
En contraposición, el respeto a la soberanía popular expresada en las urnas es el único camino hacia una gobernabilidad que permita cambios que los votantes están demandando. Hoy Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla tienen una responsabilidad inquebrantable hacia la fe de quienes los eligieron dos veces, el 25 de junio y el 20 de agosto. Las demandas populares no pueden ser ignoradas ni subvertidas en favor de intereses particulares de corto plazo. Este enfoque no solo es esencial para el funcionamiento de la democracia, sino también para la generación de un cambio real y significativo.
En última instancia, la cuestión es clara: ¿seguiremos persiguiendo la quimera de los pactos entre grupos de interés que a menudo conducen a la parálisis, o abrazaremos la voz del pueblo expresada a través del voto como el faro que guía el barco de la gobernabilidad hacia un horizonte de cambio genuino? El mandato que el Movimiento Semilla y Bernardo Arévalo recibió es claro. No respetarlo pondría en cuestión la esencia misma de la democracia y el poder de la ciudadanía.
Más judicialización después de la chamarreada
Vaclav Masek
chamarreada
F. Gua., metáfora - Derrota abultada.
Es una frase que se ha vuelto cliché dentro del análisis postelectoral, pero los resultados de los comicios guatemaltecos de 2023 están rompiendo paradigmas. Ganar una elección sin financiamiento de la corrupción, el narcotráfico, el crimen organizado o el robusto sector privado es posible. Los partidos políticos pueden ser diversos, orgánicos y digitales, no simples vehículos para la contienda electoral. El votante joven sí vota y para capturar su imaginación política no es necesario el apoyo de los grandes medios de comunicación, principalmente aquellos tradicionales monopolios que pasaron a ser antiguos guardianes - ‘gatekeepers’ - del poder. Una organización partidaria que finalmente presentó una oferta programática activó la demonización de los mercaderes de la fe pero mostró a las futuras agrupaciones partidistas que es posible ser exitoso sin el apoyo del sector privado organizado. Guatemala seguirá siendo un país netamente conservador, pero eso no significa que el electorado sea fácil de manipular por prédicas sensacionalistas.
El abismo es casi un millón de votos o más de veinte puntos porcentuales de diferencia. Se acentúa por el hecho que ganaron en 17 de los 22 departamentos. En Sacatepéquez, el porcentaje que obtuvo Semilla fue de 82.36% contra el 14.44% de la UNE. En el departamento de Guatemala, Semilla obtuvo el 74.93% de los votos y la UNE el 20.66%. En Chimaltenango, Semilla obtuvo el 69.06% contra el 26.99% de la UNE. Chamarreada. También chamarrearon en 185 de los 340 municipios. De viejo me dará placer compartir nostálgicamente cómo, en plena desdemocratización y desde sus celulares, un grupo de jóvenes en Guatemala desarticularon electoralmente a la máquina engrasada más efectiva de las últimas cuatro décadas.
La celebración espontánea que dotó la Plaza Obelisco de banderas nacionales y no partisanas se sintió como un desahogo colectivo. Esta manifiesta válvula de escape de ciertas frustraciones acumuladas puede ser comprendida como “efervescencia colectiva”, un concepto sociológico creado por Émile Durkheim. La efervescencia colectiva se refiere a momentos de la vida social en los que el grupo de individuos que constituye una sociedad se reúne y se comunica en un mismo pensamiento y participa de una misma acción, lo que sirve para unificar a un grupo de individuos. Cuando los individuos entran en estrecho contacto entre sí y cuando se reúnen de esa manera, se crea y libera cierta “electricidad”, lo que lleva a los participantes a un alto grado de excitación emocional colectiva o “delirio”, como dice Durkheim.1 Esta fuerza impersonal y extra-individual, que es un elemento central de la religión, transporta a los individuos a un reino nuevo e ideal, los eleva fuera de sí mismos y les hace sentir como si estuvieran en contacto con una energía extraordinaria.
Esa efervescencia colectiva, democrática y esperanzada, ha sido efímera debido al afán de persecución de la justicia guatemalteca y la creciente amenaza de violencia política contra el virtual presidente y vicepresidenta electa. La última aparición del binomio electo en un evento al aire libre y masivo fue durante su cierre de campaña, donde estuvo rodeado de un gran dispositivo de seguridad. Luego de ganar la segunda vuelta, Arévalo y Herrera reconocieron que su equipo de seguridad les dijo que era peligroso salir incluso al balcón del hotel, por motivos de seguridad, pero asumieron el riesgo de hacer esa aparición.
Ha pasado una semana después de la segunda vuelta y la victoria comienza a ser amarga. Ni el partido ni el binomio presidencial perdedor han reconocido públicamente la chamarreada. Ahora, vivimos en un contexto surreal en dónde existe una amenaza latente de riesgo grave para la integridad física del binomio ganador, donde la amenaza viene desde la administración saliente.
Y para empeorar la situación de “extrema judicialización”, se retuerce la tuerca en contra de la libertad de expresión en un nuevo intento de censura contra el periodismo independiente y la crítica desde la sociedad civil. Lanzado por el MP de Consuelo Porras, un amparo interpuesto en la Corte de Constitucional pretende, a través de la Ley de Orden Público, sostiene que publicaciones de ciudadanos en Twitter / X promueven el desorden público. El derecho a manifestarse se suma al socavamiento democrático por las campañas de criminalización del MP, que pide, de ser necesario, el uso de la fuerza para garantizar el orden durante alguna reunión o manifestación.2 Como mínimo, es realmente irónico que la fiscalía de Guatemala solicite más seguridad del gobierno y afirme ser víctima de abuso en las redes sociales después de que su oficina haya enviado a decenas de fiscales, jueces y periodistas a la cárcel o al exilio.
Aunque la judicialización siga maquillando la chamarreada, sigue siendo notable el entusiasmo manifestado por el pueblo de Guatemala a nivel de respaldo durante esta convulsa semana. Los llamados generales realizados públicamente a empezar esta “nueva primavera” en donde podemos todos empezar a converger alrededor de objetivos nacionales comunes es el principal arropamiento que la sociedad guatemalteca puede brindarles a Bernardo Arévalo y Karin Herrera en este momento preocupante. No es suficiente ni será lo único que la sociedad civil puede hacer, pero el mandato obtenido el 20 de agosto está fundamentado en la voluntad popular por defender la democracia, por lo que veo un punto de inflexión para las movilizaciones sociales bajo la sombra del potencial magnicidio.
Durkheim, Émile (6 de agosto de 2013). Las formas elementales de la vida religiosa: El sistema totémico en Australia (y otros escritos sobre religión y conocimiento). Fondo de Cultura Economica. ISBN 9786071614421. Accesado 23 de agosto de 2023.
En una columna de elPeriódico de fecha 21 de noviembre de 2021, escribí una teorización del concepto de “Estado contrainsurgente” mediante una crítica a la Ley del Orden Público.