Plumazos del domingo 25 de junio de 2023
Apuntes sobre política de Vaclav Masek y Allan Ortiz.
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Elecciones en regímenes autoritarios competitivos
Vaclav Masek
Los gobiernos autoritarios adoptaron elecciones competitivas después de la Guerra Fría, en gran medida en respuesta a las cambiantes normas internacionales que recompensaban a los regímenes por establecer instituciones democráticas, al menos superficialmente. Las democracias vacilantes mantuvieron las elecciones por la misma razón. Hoy, las elecciones son casi universales tanto en las autocracias como en las democracias de las Américas. En este contexto y dependiendo de la naturaleza de sus elecciones y las libertades civiles concomitantes, podemos categorizar los regímenes contemporáneos en un continuo que va desde sistemas totalmente democráticos, pasando por versiones autoritarias competitivas, hasta llegar a los países totalmente autocráticos.
Como explican los politólogos Steven Levitsky y Lucan A. Way, un régimen autoritario competitivo no es democrático pero, no obstante, celebra elecciones regulares y competitivas que los partidos de oposición podrían ganar. Los regímenes autoritarios competitivos y las democracias comparten el rasgo de la incertidumbre: ni los gobernantes ni sus oponentes conocen su destino al comienzo de una campaña. Sin embargo, en los regímenes autoritarios competitivos, “el abuso del Estado por parte de los gobernantes viola al menos uno de los tres atributos definitorios de la democracia: (1) las elecciones libres y abiertas, (2) la amplia protección de las libertades civiles, y (3) un campo de juego razonablemente nivelado.”1 Podemos pensar en el autoritarismo competitivo como un tipo de régimen en el que los gobernantes usan sus recursos para reducir la incertidumbre asociada con elecciones. Los regímenes autoritarios competitivos sacrifican la certeza electoral para buscar la legitimidad nacional e internacional, incluyendo la membresía en organizaciones internacionales que requieren instituciones formalmente democráticas.
¿Por qué los países pasan de la democracia al autoritarismo competitivo y luego se estabilizan o revierten? La ciencia política define a los regímenes autoritarios competitivos como “estables” si duran al menos dos ciclos electorales después de sus transiciones iniciales. Si bien hablamos del proceso de estabilización como “consolidación,” la analogía con la “consolidación democrática” es parcial: la autocracia nunca se convierte en el “only game in town” en los regímenes autoritarios competitivos, ya que siempre existen fuerzas con poder parcial que intentan socavar la legitimidad de la coalición dominante.2
El concepto y sus afines, como autoritarismo electoral y democracia protegida, captura una idea importante: las elecciones no solo son insuficientes para designar a un régimen como una democracia, sino que a menudo han jugado un papel importante en el autoritarismo. Dichos regímenes pueden conservar las características formales de la democracia mientras que, en la práctica, no cumplen con sus estándares mínimos. Aunque se creía ampliamente que los esfuerzos sistemáticos para inclinar el campo de juego contra los oponentes políticos eran cosa del pasado en las democracias occidentales establecidas, hoy vemos una crisis democrática generalizada alrededor del mundo.
“Las elecciones no solo son insuficientes para designar a un régimen como una democracia, sino que a menudo han jugado un papel importante en los sistemas autoritarios.”
No existe tal modelo alternativo a la democracia liberal hoy en día. Más bien, las elecciones multipartidistas continúan siendo ampliamente vistas como el medio más legítimo para ascender al poder. La opinión pública en gran parte del mundo se mantiene esencialmente en línea con el aforismo de Churchill sobre la democracia: los ciudadanos no necesariamente aman la democracia, pero fuera de un puñado de países (incluidos China y Singapur), no encuentran mejores alternativas. Las sociedades pueden no estar profundamente comprometidas con los principios de la democracia liberal, pero a la gente le gustan las elecciones competitivas y, en particular, valoran la capacidad de expulsar a los malos gobiernos. Es por eso que ciudadanos de todo el mundo —más recientemente, en Argelia, Armenia, Bolivia, Burkina Faso, Hong Kong, Nicaragua, Rusia, Sudán y Venezuela— continúan saliendo a las calles para exigir o defender elecciones competitivas. Hagamos lo mismo hoy en Guatemala antes de que sea muy tarde.
Futuro
Allan Ortiz
Bien dicen que la vida sólo adquiere sentido mirando hacia atrás, pero viviéndola hacia adelante. Hacia el futuro que queremos construir los ciudadanos, con perspectiva de pasado y proyección hacia el mañana. ¿Pero, podemos alcanzar algo nuevo, eligiendo a los liderazgos que no han sido capaces de hacer concreto el anhelo democrático de una vida digna, justa, en la que se proteja a la persona, propiedad y libertad?
Este domingo 25 de junio, en las Elecciones Generales 2023, podemos votar por el eterno retorno hacia el pasado o por nuevos liderazgos, con estructuras más participativas y democráticas. Probablemente los partidos políticos tradicionales no sean la mejor estructura para renovar los liderazgos, cuando menos a nivel municipal, ¿lo serán los comités cívicos electorales?
En cada municipio la respuesta puede ser distinta, pero las antiguas estructuras electorales han estado en crisis desde el inicio de este siglo, a lo largo de todo el territorio nacional. Merece la pena votar distinto, votar por el futuro. Por décadas la mayoría del país ha apostado por los vehículos electorales tradicionales, en vez de promover el fortalecimiento de movimientos más dinámicos, enraizados y focalizados, como estos comités.
En la tradición liberal es fundamental trazar límites, para asegurar la prudencia en el ejercicio del poder y el respeto del estado de derecho. Para cumplir y hacer cumplir los contratos. Para promover el fortalecimiento laico de la sociedad civil, en donde ningún sistema de creencias se imponga arbitrariamente sobre los demás.
El ejercicio de la ciudadanía, entonces, requiere de espacios políticos competitivos, fiscalizables, abiertos al municipio y con capacidad de articular la pluralidad de cada territorio. Elegir gestiones locales eficientes requiere de un voto capaz de trascender las promesas de campaña y votar por estructuras que demuestren ser accesibles a los ciudadanos.
El precio de la libertad, reza la tradición, es la eterna vigilancia y la permanente elección. Este domingo, vota con libertad, con sentido de futuro.
Steven Levitsky y Lucan A. Way, Competitive Authoritarianism: Hybrid Regimes After the Cold War (Cambridge: Cambridge University Press, 2010).
Steven Levitsky, Lucan Way. “The New Competitive Authoritarianism.” Journal of Democracy Volumen 31, Número 1, enero de 2020, pp. 51-65.