Plumazos del domingo 15 de octubre de 2023
Apuntes coyunturales de Mateo Echeverría y Hugo Maúl.
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Giammattei, usted es el responsable
Mateo Echeverría
Despierten: los responsables de ésta crisis están en el Ministerio Público, el Ejecutivo y el Organismo Judicial, no en las calles ni entre los ciudadanos que defienden los derechos de todos.
Bloqueo, paro, manifestación, protesta son algunas de las posibles palabras para nombrar parte de lo que está sucediendo, cada una con distinciones semánticas que muestran una pugna desde el lenguaje, y la decisión revela los lugares desde donde nos pronunciamos, como nuestros esquemas ideológicos, la clase a la que pertenecemos, la etnia en la que crecimos. Lo grave, sin embargo, no es tanto lo que se nombra como lo que se calla, como Alejandro Giammattei negando el golpe de Estado en curso y ni pío sobre los atropellos ilegales del Ministerio Público que amenazan el proceso electoral. Se ha denunciado hasta el cansancio y con preocupación, incluso desde la OEA, los actos arbitrarios, como la captura de las cajas electorales o la intervención de la FECI en un caso claramente fabricado en el que no tiene competencia. Y lo que falta, pues el diputado Boris España ya nos adelantó algo del caso que está bajo reserva (¿posible delito?). Entonces, para evitar éstos y otros atropellos, se coordinaron manifestaciones y otros actos de resistencia como el último recurso disponible después de haber agotado las vías institucionales.
Varios días después de manifestaciones pacíficas, las tensiones aumentaron, tanto en las zonas acomodadas por hartazgo, como por infiltrados que la propia PNC reconoció y diferenció del manifestante pacífico. Entiendo y comparto el disgusto y la cólera que provocan las dificultades generadas por las manifestaciones, también quisieran que se terminaran hoy mismo, pero entiendo que nos jugamos las instituciones que garantizan todos los derechos. Es así de sencillo, sin democracia dependeríamos del capricho del dictador y la democracia es la que nos están robando. Así que no es honesto criminalizar a los manifestantes, primero porque es un derecho, segundo porque ya agotaron las vías institucionales, tercero porque se están defendiendo de los que están actuando fuera de la ley. Entre los derechos que usted ha visto limitados estos días y los de los manifestantes hay un conflicto, bien explicado por Eduardo Mayora, y ninguno es absoluto, por lo que debe ponderarse con criterios racionales.
“Es así de sencillo, sin democracia dependeríamos del capricho del dictador y la democracia es la que nos están robando.”
En muchas intervenciones molestas salieron a relucir prejuicios racistas impregnados de odio, vestigios de la colonialidad infestados de ignorancia de personas que piensan que los indígenas no pueden movilizarse si no es porque fueron engañados, pisteados u obligados. Con dos videítos confirman su sesgo y dan por cerrada la tarea de entender el problema. Normal, entonces, la incomprensión y distancia. Y hay que decir que al contrario, sin necesidad de “romantizar” o “idealizar” las formas comunitarias –porque no estoy inmerso en ellas y tampoco quiero– lo que han mostrado ha sido increíble, un ejemplo de dignidad, organización y civismo como ningún otro. En especial porque, parafraseando a Castro-Gómez, son los que han sido excluidos históricamente del Estado –los “sin parte”– los que reclaman un Estado de derecho y sus bienes públicos. Reconociendo su agencia y protagonismo, coincidí con una amiga cuando dijo que se sintió bienvenida por las comunidades indígenas cuando entramos manifestando al Ministerio Público. Ellos nos enseñaban la ruta. Muy conmovedor.
Es poco probable que Consuelo renuncie, así como es poco probable que las manifestaciones pacíficas se detengan del todo. Pero tengo claro que Giammattei es el mayor –no el único– responsable de traernos hasta aquí, no solo por su connivencia con el golpe sino por sus cuatro años de desgaste institucional incomparable. Ahora mismo, como presidente en funciones, se ha negado a encontrar una solución pacífica a la crisis y en su lugar ha preferido el enfrentamiento responsabilizando a otros, a los que están siendo atacados, criminalizados, incluso amenazados. Olvidemos a quienes desde siempre han tenido odio y miedo al proyecto Semilla y pensemos en estrategias como las que plantean aquí Steven Levitsky y Manuel Meléndez o las pistas que dibujan Edgar Gutiérrez Aiza y Vaclav Masek en TangenteGT.
“Tengo claro que Giammattei es el mayor –no el único– responsable de traernos hasta aquí, no solo por su connivencia con el golpe sino por sus cuatro años de desgaste institucional incomparable.”
Estos días estuve leyendo Tiempos nihilistas de Wendy Brown1, un ensayo que viene como antídoto en estos momentos donde la política ha degenerado a ser un escenario para los personajes más descreídos y sin escrúpulos. Brown se apoya en la mejor interpretación de Weber para insistir, en otras palabras, que debemos recuperar lo político con fuertes liderazgos que estén comprometidos con causas sociales, que sean a la vez carismáticos y comprometidos a actuar desde una ética de la responsabilidad. En estos momentos tenemos que ser valientes, comprensivos e intentar que la política, que siempre va a ser agonística y conflictiva, pueda también ser espacio de articulación de sentido para la vida social.
Civilidad y desobediencia civil
Hugo Maúl
Para que quede claro, no se está cuestionando la legitimidad de los reclamos iniciales que originaron las recientes protestas; se cuestiona las formas más extremas que estas han tomado. Debe quedar claro también que “todo acto de desobediencia civil es un acto de desobediencia a la ley, pero no todo acto de desobediencia a la ley es un acto de desobediencia civil”.2 Por eso la importancia de la civilidad dentro del contexto de la desobediencia civil, para hacer hincapié en el respeto a los principios y valores que promueven la coexistencia pacífica y ordenada dentro de una sociedad. Como diría Habermas,3 el objetivo de la desobediencia civil no es la acción revolucionaria, que recurre a la violencia y al desconocimiento de todo el ordenamiento legal de un país.
La desobediencia civil es una forma de protesta o resistencia que pretende alcanzar cambios parciales de leyes, políticas o decisiones que, a pesar de respetar las formas y canales legalmente establecidos, afectan a la sociedad. Por tanto, los actos de desobediencia civil deben respetar los principios rectores, la ética y los ideales que rigen la interacción entre las personas, especialmente el respeto a los derechos humanos fundamentales como la vida, libertad y la seguridad. Forma de actuar que no se ha respetado en diversos lugares y momentos durante la reciente ola de protestas que sacude el país, especialmente por parte de quienes incitaron a un grupo de ciudadanos, presumiblemente honestos y que actúan de buena fe, a tomar por la fuerza las instalaciones de la presa de derivación “El Tesoro”, del Acueducto de Xayá-Pixcayá, principal fuente de agua para la Ciudad de Guatemala. Acción que, si bien han logrado llamar la atención del público en torno a las demandas ciudadanas, pasan por encima de los derechos fundamentales de cientos de miles ciudadanos indefensos y ponen en riesgo la legitimidad de los reclamos.
La población está obligada a reconocer que el derecho a la reunión pácifica conlleva la obligación de no usar la violencia o el vandalismo como medios para alcanzar sus fines. La no violencia implica abstenerse de dañar físicamente a otras personas, dañar la propiedad o participar en cualquier otra forma de coacción. El respeto a la propiedad, pública y privada, implica entre otras obligaciones, no atacar ni poner en riesgo el funcionamiento de infraestructura crítica para la población, como sistemas de suministro de agua, instalaciones eléctricas o redes de transporte.
“ El respeto a la propiedad, pública y privada, implica entre otras obligaciones, no atacar ni poner en riesgo el funcionamiento de infraestructura crítica para la población.”
Así como se exige un mínimo grado de civilidad a las partes en conflicto en casos extremos como guerras o conflictos armados internos, más aún en manifestaciones que se suponen son pacíficas y respetuosas del derecho ajeno. Esto implica que las partes en conflicto reconozcan en todos sus actos que “la persona humana queda bajo la salvaguardia de los principios de humanidad y de las exigencias de la conciencia pública”. En el caso de la infraestructura crítica, como el caso de presa “El Tesoro”, las partes en conflicto tienen la obligación de conciencia de no “atacar, destruir, sustraer o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los artículos alimenticios y las zonas agrícolas que los producen, las cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las obras de riego”.
En ausencia de este grado mínimo de civilidad, los actos de protestas corren el riesgo de perder legitimidad, credibilidad y apoyo popular. Corresponde a los organizadores y figuras de liderazgo dentro de estas protestas marcar distancia y aislar aquellas expresiones extremas que promueven el uso de la violencia y el irrespeto a las más básicas normas de convivencia. Asimismo, corresponde a las autoridades proteger a la población de actos que ponen en peligro la sobrevivencia y convivencia pacífica de la sociedad; y a quienes, con sus acciones, han provocado el malestar ciudadano, enmendando el camino.
“En ausencia de este grado mínimo de civilidad, los actos de protestas corren el riesgo de perder legitimidad, credibilidad y apoyo popular.”
Brown, Wendy. 2023. Tiempos nihilistas. Madrid: Lengua de Trapo. https://www.libreriavisor.com/libro/tiempos-nihilistas_99979
Marcone, J. 2009. Las Razones de la Desobiencia Civil en las Sociedades Democráticas. Andamios. Vol.5 No.10. CDMX.
Ver Velasco, Juan Carlos. 1996. Tomarse en Serio la Desobediencia Civil. Un Criterio de Legitimidad Democrática. Revista Internacional de Filosofía Política. No. 7. p. 171.