La internacional del miedo
Christian González sobre el miedo como herramienta político-electoral.
En el periodo electoral de 2016 de Estados Unidos, Donald Trump ayudó a esparcir la falsedad de que Hillary Clinton era parte de una red de tráfico sexual infantil que operaba a través de la famosa pizzería Comet Ping Pong en Washington, DC. Trump también convenció a buena parte de sus votantes de que los migrantes estaban allí, en su tierra, lo hacían para quitarles empleos y mascullar valores de los estadounidenses verdaderos; y que, sin su muro, solo vendría hambruna y perdición moral. Hugo Chávez usaba estrategias similares. En una ocasión acusó a Angela Merkel de representar a “la derecha hitleriana y fascista.” También acusó a George W. Bush de ser la encarnación del diablo durante un discurso en la Asamble General de las Naciones Unidas. Al Cardenal Rosalio Castillo Lara, que denunciaba un creciente contexto de autoritarismo en Venezuela, lo llamaba diablo con sotana. A su gran opositor electoral, Henrique Capriles, lo llamó basura, analfabeto, corrupto, pero se rehusó reiteradamente a sostener un debate con él.
Estos son algunos ejemplos de un movimiento mas amplio de estrategia política que quisiera convencer a la ciudadanía de que el parámetro principal que debemos seguir para elegir por quien votar son nuestros más profundos miedos interiores. A este movimiento podríamos llamarle: la internacional del miedo, parafraseando al teólogo Juan José Tamayo y sus estudios sobre un movimiento similar que él llama “la internacional del odio.”1
La internacional de miedo está presente en Guatemala. En el actual contexto electoral, Sandra Torres quisiera convencernos de que su contendiente es el mal encarnado. Según ella, Bernardo Arévalo traerá calamidad, caos, inmoralidad. Esta cuestión es irrisoria tomando en cuenta que ambos candidatos corren por un partido que representa la misma ideología: la social democracia. De ser fiel a la ideología que representan, ningún candidato nos llevaría hacia la bacanal de inmoralidad que se denuncia. La social democracia promueve el respeto a las libertades individuales, pero también cree en la importancia de una infraestructura social mínima para que las personas puedan tener oportunidades de desarrollar sus capacidades humanas. Es decir, libertad y justicia social.
“En el actual contexto electoral, Sandra Torres quisiera convencernos de que su contendiente es el mal encarnado. Según ella, Bernardo Arévalo traerá calamidad, caos, inmoralidad.”
Que no lo reclute la internacional del miedo. Independientemente de su voto, vote como Sócrates: que sea un voto examinado. Vote estudiando los planes de gobierno, la trayectoria de las personas, su compromiso con los valores que predican y los cuadros técnicos que los acompañan. Vote por quien es consistente con sus valores (después de todo justamente un rasgo del autócrata es que sus valores son siempre negociables pues lo que importa es saciar su afán de poder, no materializar las ideas que propone). Vote como Martin Luther King. Vote por un sueño. Por la propuesta que nos permita avanzar, aunque sea un paso, hacia ese país que todos queremos. No es el sueño donde todos pensamos igual, pero si donde cabemos todos. El sueño de vivir en un país donde existe independencia judicial y autonomía del Ministerio Público; donde hay movilidad social, salud y educación de calidad. Es la utopía de un país de oportunidades para desarrollar nuestras capacidades humanas, en paz y armonía con los demás.