Para quede claro, no se está cuestionando la legitimidad de los reclamos iniciales que originaron las recientes protestas; se cuestiona las formas más extremas que estas han tomado. Debe quedar claro también que “todo acto de desobediencia civil es un acto de desobediencia a la ley, pero no todo acto de desobediencia a la ley es un acto de desobediencia civil”.1 Por eso la importancia de la civilidad dentro del contexto de la desobediencia civil, para hacer hincapié en el respeto a los principios y valores que promueven la coexistencia pacífica y ordenada dentro de una sociedad. Como diría Habermas,2 el objetivo de la desobediencia civil no es la acción revolucionaria, que recurre a la violencia y al desconocimiento de todo el ordenamiento legal de un país.
La desobediencia civil es una forma de protesta o resistencia que pretende alcanzar cambios parciales de leyes, políticas o decisiones que, a pesar de respetar las formas y canales legalmente establecidos, afectan a la sociedad. Por tanto, los actos de desobediencia civil deben respetar los principios rectores, la ética y los ideales que rigen la interacción entre las personas, especialmente el respeto a los derechos humanos fundamentales como la vida, libertad y la seguridad. Forma de actuar que no se ha respetado en diversos lugares y momentos durante la reciente ola de protestas que sacude el país, especialmente por parte de quienes incitaron a un grupo de ciudadanos, presumiblemente honestos y que actúan de buena fe, a tomar por la fuerza las instalaciones de la presa de derivación “El Tesoro”, del Acueducto de Xayá-Pixcayá, principal fuente de agua para la Ciudad de Guatemala. Acción que, si bien han logrado llamar la atención del público en torno a las demandas ciudadanas, pasan por encima de los derechos fundamentales de cientos de miles ciudadanos indefensos y ponen en riesgo la legitimidad de los reclamos.
La población está obligada a reconocer que el derecho a la reunión pácifica conlleva la obligación de no usar la violencia o el vandalismo como medios para alcanzar sus fines. La no violencia implica abstenerse de dañar físicamente a otras personas, dañar la propiedad o participar en cualquier otra forma de coacción. El respeto a la propiedad, pública y privada, implica entre otras obligaciones, no atacar ni poner en riesgo el funcionamiento de infraestructura crítica para la población, como sistemas de suministro de agua, instalaciones eléctricas o redes de transporte.
“ El respeto a la propiedad, pública y privada, implica entre otras obligaciones, no atacar ni poner en riesgo el funcionamiento de infraestructura crítica para la población.”
Así como se exige un mínimo grado de civilidad a las partes en conflicto en casos extremos como guerras o conflictos armados internos, más aún en manifestaciones que se suponen son pacíficas y respetuosas del derecho ajeno. Esto implica que las partes en conflicto reconozcan en todos sus actos que “la persona humana queda bajo la salvaguardia de los principios de humanidad y de las exigencias de la conciencia pública”. En el caso de la infraestructura crítica, como el caso de presa “El Tesoro”, las partes en conflicto tienen la obligación de conciencia de no “atacar, destruir, sustraer o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los artículos alimenticios y las zonas agrícolas que los producen, las cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las obras de riego”.
En ausencia de este grado mínimo de civilidad, los actos de protestas corren el riesgo de perder legitimidad, credibilidad y apoyo popular. Corresponde a los organizadores y figuras de liderazgo dentro de estas protestas marcar distancia y aislar aquellas expresiones extremas que promueven el uso de la violencia y el irrespeto a las más básicas normas de convivencia. Asimismo, corresponde a las autoridades proteger a la población de actos que ponen en peligro la sobrevivencia y convivencia pacífica de la sociedad; y a quienes, con sus acciones, han provocado el malestar ciudadano, enmendando el camino.
“En ausencia de este grado mínimo de civilidad, los actos de protestas corren el riesgo de perder legitimidad, credibilidad y apoyo popular.”
Marcone, J. 2009. Las Razones de la Desobiencia Civil en las Sociedades Democráticas. Andamios. Vol.5 No.10. CDMX.
Ver Velasco, Juan Carlos. 1996. Tomarse en Serio la Desobediencia Civil. Un Criterio de Legitimidad Democrática. Revista Internacional de Filosofía Política. No. 7. p. 171.