Sobre el 14 de julio
Rafael Paiz Conde ofrece una breve semblanza del origen de la fiesta nacional de la República Francesa.
Todos los países tienen un día al año en el que celebran su fiesta nacional. Este día conmemora una fecha importante en su historia. Por eso, gestas bélicas, tratados de paz, aniversarios independentistas o movimientos revolucionarios, sirven de marco para celebrar la unidad nacional. Generalmente, se dan por sentadas estas fechas y no se profundiza en sus orígenes o en cómo fueron designadas. Sin embargo, si se toma un tiempo para analizar su historia se puede acceder a hechos muy interesantes.
Por ello, este 14 de julio es propicio para hacer una breve semblanza del origen de la fiesta nacional de la República Francesa. Las revoluciones no se hacen en un día, menos aún esta que hizo aportes a la humanidad, que no solo persisten, sino que en buena medida son el fundamento de Occidente. Sin embargo, tantas fechas y avances sociales se tuvieron que condensar, para el imaginario colectivo, en una sola jornada: 14 de julio.
¿Por qué se escogió esa fecha y no otras quizás más importantes? Al fin de cuentas motines como el del 14 de julio de 1789 en París han existido desde su fundación. Durante el Antiguo Régimen, el gobierno de Francia como toda monarquía católica de la época gravitaba alrededor del calendario de fiestas religiosas. La revolución inspirada en valores laicos cambiaria esto. La ley Raspail del 6 de julio de 1880 decreta la celebración de la fiesta nacional pero no menciona el hecho histórico a conmemorar, únicamente señala la fecha.
Seria imposible resumir en pocas líneas esa gesta revolucionaria y sus causas. En sinopsis, todo este proceso es consecuencia del agotamiento del sistema político, económico y social del “Antiguo Régimen.” La mayoría de historiadores coinciden al indicar que inició cuando el Rey Louis XVI, sumergido en ese contexto, creyendo que así salvaría la monarquía, apertura los “Estados Generales” el 5 de mayo 1789. Lejos estaba de sospechar que dos años y medio más tarde sería guillotinado y con su cabeza caería todo el mundo que el conoció y representaba. El 20 de junio de ese mismo año, los diputados del 3er Estado, junto a 9 del Clero, reunidos en Versalles en un salón de “juego de palma” (deporte de raqueta antecesor del tennis), tras los desplantes y ser ignorados por representantes nobles, juran el sermón de “Jeu de Paume”—mediante el cual se comprometen a no retirarse de allí hasta haber aprobado una Constitución. Este es una fecha que carece de celebración oficial.
Otras ignoradas, fueron las de 4 y 26 de agosto. La primera, quizás la más significativa, porque esa noche se abolieron los privilegios feudales. La segunda, es la proclamación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Texto fundamental de la revolución francesa que resume en 17 artículos el espíritu de las transformaciones buscadas y da la pauta a los derechos básicos por los que se lucha en todo el orbe. Puede parecer extraño que esas no hayan sido tomadas en cuenta. Su importancia es innegable. también fueron relegadas, otras tales como, las llamadas “Tres Gloriosas” (27 al 29 de julio de 1830). Conocida como Segunda Revolución, que puso en el trono francés al rey Luis Felipe de Orleans. De igual forma lo fue, la revolución del 24 de febrero de 1848, esta puso fin a la “Monarquía de Julio”, que lo derrocó.
Las grandes batallas libradas dentro y fuera de su territorio también estuvieron ausentes en esta designación. Ni la de Poitiers, que puso fin al avance árabe en Europa, ni las de Bouvines, Marignan, ni el sitio de la Rochelle, que dieron lustre y honor al reino francés. Tampoco, la de Valmy que dio vida a la república, así como las glorias bélicas napoleónicas de Iena, Arcole o Austerlitz, triunfos que expandieron el imperio y llevaron la divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad por prácticamente todos los confines de Europa.
Para entender esto, hay que situarse en el momento en que la ley Raspail fue aprobada. Hacía menos de 10 años de la derrota del Segundo Imperio en la guerra franco-prusiana. Esta “Debacle” como la llamó Zola, fue una humillación que no sanaría hasta 1918. Luego de esa rendición y posterior abdicación de Napoleon III, siguió una insurrección que duró casi 3 meses en 1871, en la que los obreros instalarían un gobierno popular libertario: la Comuna de Paris.
En ese contexto, se escoge la fecha del 14 de julio como fiesta nacional, por dos motivos principales. Era una fecha que no conmemoraba un evento que pudiera levantar a las clases populares, ya que no se identificaban con ella. En segundo lugar, convenía a la mayoría de representantes políticos. Para la izquierda, era el día de la toma de la Bastilla; y para los más conservadores, conmemoraba la Fiesta de la Federación de 1790. Primera celebración tras los eventos de 1789, que presidió el rey Luis XVI y donde juró que respetaría los postulados de las nuevas leyes revolucionarias.
“[El 14 de julio] convenía a la mayoría de representantes políticos. Para la izquierda, era el día de la toma de la Bastilla; y para los más conservadores, conmemoraba la Fiesta de la Federación de 1790.”
Es así como una fecha neutra y que no generaba polémicas, paulatinamente fue convirtiéndose en un símbolo de la unidad nacional. A veces, son los puntos medios donde las sociedades pueden dar un poco de pausa a sus pasiones sectarias; y en esos valles de encuentro es donde pueden emerger los grandes esfuerzos nacionales. Donde alrededor de un hito se crea la verdadera libertad, igualdad y fraternidad.