Respetar nuestra democracia es un buen negocio
Hugo Maúl sobre el caso de éxito en Costa Rica.
“Nos honra el anuncio de hoy de la multinacional Johnson & Johnson MedTech de instalar una planta en Costa Rica y crear 3.000 empleos …; la más grande operación en su historia fuera de EE.UU.”. Así anunciaba en X (antes Twitter), el pasado 25 de septiembre, el Ministro de Comercio Exterior de Costa Rica la decisión del gigante multinacional americano de iniciar una nueva operación en aquel país. Una planta de producción de dispositivos médicos de casi 20 mil metros cuadrados especializada en la fabricación dispositivos reguladores del ritmo cardiaco y productos ortopédicos; una inversión de aproximadamente US$600 millones. Cuatro días antes, este mismo funcionario se jactaba que Boston Scientific, empresa multinacional estadounidense de ingeniería biomédica/biotecnología y fabricante de dispositivos médicos, expandía sus operaciones y que contrataría 1,200 trabajadores costarricenses adicionales en un plazo de cinco años. De esta cuenta, de los 17 trabajadores con los que iniciaron operaciones en 2004 llegaría a casi 10 mil trabajadores.
En otra red social, Manuel Tovar, ministro costarricense de comercio exterior, ampliaba su escueto mensaje en X diciendo que “gracias a J&J por su confianza y un agradecimiento especial por el arduo trabajo de mi equipo en el Ministerio de Comercio Exterior (COMEX) y la Agencia de Promoción de Inversiones y Comercio de Costa Rica (Procomer).” Dos importantes y pertinentes aclaraciones para entender lo que el vecino país ha logrado en esta materia. Este tipo de inversiones no son producto de la casualidad, la posición geográfica o las habilidades de oratoria del presidente. Estas inversiones son producto del perfeccionamiento de un modelo de desarrollo adoptado hace casi 40 años atrás. Con sus avances y retrocesos, éxitos y fracasos, Costa Rica ha logrado mantener a lo largo de este tiempo las líneas generales de su modelo de desarrollo basado en las exportaciones.
De particular importancia ha sido la continuidad de las políticas relativas a la atracción de inversión extranjera, búsqueda de nuevos mercados y desarrollo de condiciones habilitantes específicas para la manufactura de productos de mediana y alta tecnología. No es casualidad tampoco, que en julio de este año, el gobierno de EE.UU. decidiera apoyar al desarrollo del sector de semiconductores costarricense a través de la legislación denominada Chips and Science Act. Aunque cueste aceptarlo, por tratarse de un país más pequeño y con menos potencial que Guatemala, lo que Costa Rica está logrando, en palabras de su presidente, “es un reconocimiento a nuestro liderazgo como suplidor confiable y nuestra posición como un gran destino para el desarrollo de nuevas operaciones en este sector”.
Mucho podría escribirse sobre los factores críticos que permitieron a Costa Rica dar un impresionante vuelco en su matriz exportadora, que le permitió pasar de exportar bananos y café a exportar dispositivos médicos y servicios tecnológicos: el régimen de incentivos a la inversión; la ley de zonas francas; el ecosistema de innovación; el nivel de educación de la población; el desarrollo de infraestructura estratégica; los programas de capacitación de la mano de obra; la continuidad de las políticas públicas; etcétera. Asimismo, también mucho podría escribirse acerca de los factores limitantes al desarrollo que todavía afectan a este país; al final de cuentas, Costa Rica sufre muchos de los mismos problemas que afectan el clima de negocios en el resto de países de la región. Sin embargo, tal como lo explicaba el ministro Tovar en uno de sus mensajes en redes sociales, la diferencia principal reside en que Costa Rica tiene un profundo “compromiso con la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho, nuestro liderazgo en sostenibilidad y las libertades económicas y el compromiso con el comercio abierto y libre nos hace un lugar confiable para los negocios”.
La importancia de respetar la democracia, los derechos humanos fundamentales, las libertades civiles, la independencia de poderes, el Estado de Derecho y garantizar un mínimo de civilidad y respeto en la arena política tiene también una importante faceta económica, tal como lo atestigua Costa Rica. Destino confiable para los negocios. Concepto clave que pareciera haber sido olvidado en Guatemala. Sobre todo, cuando se trata de invitar a extraños a que vengan a “enterrar” sus inversiones a jurisdicciones que conocen poco y que, en el mejor de los casos, resultan exóticas. Más aún en sectores tecnológicos que requieren grandes inversiones. Este tipo de inversiones no surgen de la noche a la mañana. Tampoco caen del cielo. No se convence tan fácilmente a empresas de este calibre en este tipo de sectores, tan sensibles a la regulación internacional y sujetos a estrictos estándares de gobernanza, integridad, calidad, ambientales y laborales, a que inviertan en territorios poco confiables, poco predecibles, en donde cualquier cosa puede pasar.
“La importancia de respetar la democracia, los derechos humanos fundamentales, las libertades civiles, la independencia de poderes, el Estado de Derecho y garantizar un mínimo de civilidad y respeto en la arena política tiene también una importante faceta económica, tal como lo atestigua Costa Rica.”
En palabras de Tovar, con ocasión del congreso sobre comercio exterior organizado por la Cámara de Comercio de Costa Rica, la diferencia principal es que ellos son “hoy por hoy el único país de la región que ofrece un ambiente de estabilidad política y respeto irrestricto por la democracia”. La interminable disputa existente en Guatemala acerca de cómo repartirse los frutos del sistema económico no conduce a nada, sobre todo en una economía estancada y dentro de un ambiente institucional volátil, corrosivo e impredecible.