Progresivos nominalistas contra conservadores esencialistas
José Rolando Gálvez y Javier Calderón Abullarade sobre la guerra, el lenguaje y el ahora.
¡Tacatacatacataca! Suenan las metralletas. Silban las balas aterrorizando a los sentidos.
Las primeras escenas de Salvando al Soldado Ryan son traumáticas y espeluznantes. Disparos, heridos y gritos de agonía representan el histórico y violento desembarque de los Aliados en las playas de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Los zumbidos de los proyectiles envuelven como abejas. Explosiones por todos lados, mientras un soldado manchado de sangre sostiene sus tripas y grita por su madre. Otro, en la distancia, buscando su brazo entre una pila de cuerpos, mientras allá, un grupo de hombres desfigurados y desesperados, quemándose, saltan fuera de un bote anfibio cubierto en llamas. En tanto otro, yace acá, despedazado por una mina. Spielberg, director del filme, representó la guerra en toda su realidad, como millones de infiernos en un solo momento. Como indica Tom Hanks, actor y productor de la película, los primeros veinte minutos representan una realidad caótica a la que uno jamás logra acostumbrarse. Una realidad cruda de muchachos atrapados entre tanques y lanzallamas, metralletas y alambre espigado, gritos y dolor. Imágenes tan duras como la muerte misma; la masacre indomable se repite en múltiples escenarios alrededor del mundo en distintos momentos de la historia: Peleliu e Iwo Jima en el dantesco escenario del Pacífico; Años atrás en Verdun y el Somme; los bombardeos de Tokio, Londres y Dresden y la evaporización de Hiroshima y Nagasaki. Hoy, los drones, la artillería pesada y las bombas reducen a escombros a Ucrania y Palestina. Las guerras no tienen héroes ni villanos, mas presentan una infinidad de situaciones complejas difíciles de desmenuzar intelectualmente. Entonces surge la pregunta: ¿Por qué sociedades enteras llegan a comportarse de esta forma?
Estudiar las ideas que tratan de dar sentido a este tipo de conflictos permite comprender cómo las justificaciones para las guerras están divorciadas de la realidad vivida por los soldados en las trincheras. Un proverbio africano dice que cuando los elefantes pelean, la grama es la que más sufre. Vladimir Putin, por ejemplo, y su círculo de siloviki (hombres fuertes) están tratando de mantener la importancia de Rusia como un actor geopolítico global por medio de una guerra de grandes dimensiones liderada desde las sombras de su gobierno, como ha sido la tradición de la KGB. Además, usan antojadizamente su historia, su cultura imperial y su nostalgia por la posición histórica de Rusia para justificar una invasión matizada por el deseo de ser una élite de hombres blancos que dominen a pueblos menos desarrollados. También han resucitado un modelo económico y político dictatorial, similar al de los imperialismos fascistas o comunistas del siglo veinte y opuesto al liberalismo democrático de Occidente. Es decir, el aprisionamiento de los ciudadanos rusos dentro de un orden social tiránico legitimado por una historia falsa y por la validación de los peores elementos de su cultura, ha permitido al Kremlin iniciar una guerra que sólo tiene sentido para sus líderes, pero no para los ciudadanos que dan la vida en los campos fríos de Ucrania. Además, para darle una imagen de respetabilidad a esta guerra sucia, han aparecido ideólogos conservadores esencialistas.
“Usan antojadizamente su historia, su cultura imperial y su nostalgia por la posición histórica de Rusia para justificar una invasión matizada por el deseo de ser una élite de hombres blancos que dominen a pueblos menos desarrollados.”
En Rusia, Alexander Dugin, un nuevo Rasputín, se ha convertido en la cara intelectual del proyecto del Kremlin. Dughin defiende la idea de restituir un imperio ruso, cristiano ortodoxo, conservador, autocrático, respaldando valores familiares (que no define y que los mismos rusos desconocen) y con dominio sobre un área euroasiática que abarca los límites de la antigua Unión Soviética. Además, el modelo del Kremlin resucitado por Dughin rechaza toda influencia occidental en los jóvenes rusos que han adoptado una cultura occidental liberal y materialista, más preocupada por el éxito económico inmediato y la libertad de ser, que por la obediencia ciega a un patriotismo vacío. De esta forma, los reaccionarios esencialistas han usado una interpretación errada del liberalismo occidental como chivo expiatorio para explicar la decadencia de sus proyectos. El liberalismo democrático, los derechos humanos, la oposición a la corrupción y la innovación comprometen y amenazan a quienes han mantenido y dependen de un modelo tradicional. Hoy en día, esto también ocurre en muchas otras partes del mundo.
Frecuentemente, a las personas les cuesta enfrentar la verdad por lo que típicamente generan un lenguaje que los proteja de ella. Contrastando al conservadurismo ruso, el liberalismo tradicional a nivel global pretende que al cambiar la forma en que nos referimos a cosas, estas cambian su condición y esencia. Así, el liberalismo tradicional cada vez más, se guía por una especie de nominalismo. Es incorrecto hacer esto sin actuar, ya que renombrar no cambia situaciones particularmente difíciles de aceptar.
“Contrastando al conservadurismo ruso, el liberalismo tradicional a nivel global pretende que al cambiar la forma en que nos referimos a cosas, estas cambian su condición y esencia. Así, el liberalismo tradicional cada vez más, se guía por una especie de nominalismo.”
Como nos indica Aldous Huxley, “los hechos no dejan de existir por ser ignorados”. Un ejemplo de esto se encuentra en el lenguaje empleado para referirse a traumas de guerra. Según el comediante George Carlin,
Hay una condición en combate que ocurre cuando un soldado está completamente estresado y está al borde de un colapso nervioso. En la Primera Guerra Mundial se le llamó “shell shock”. Lenguaje sencillo, honesto y directo. Dos sílabas. Casi suena como las propias armas (…). Luego (…) en la Segunda Guerra Mundial la misma condición de combate se llamó 'fatiga de batalla'. Más sílabas ahora; Tardamos un poco más en decirlo. No parece doler tanto. "Fatiga" es una palabra más bonita que "shock". A principios de la década de 1950, había llegado la Guerra de Corea, y la misma condición se llamaba 'agotamiento operativo'. Era absolutamente estéril: agotamiento operativo. Como algo que le podría pasar a tu carro. Luego, no es de extrañar que la misma condición se denominara “trastorno de estrés postraumático". El dolor está completamente enterrado bajo la jerga. Apuesto a que, si todavía lo hubieran llamado "shell shock", algunos de esos veteranos de Vietnam podrían haber recibido la atención que necesitaban.
El mundo ha cambiado y ha creado quiebres generacionales que han perjudicado a adultos que, con poca educación y valores conservadores, se han quedado atrás. Estos se han convertido en la principal fuente de apoyo para líderes autocráticos, represivos y anti-liberales en muchos países. Pero la cultura de protesta sin soluciones del liberalismo moderno tampoco ha resuelto mayor cosa a través del nominalismo. Generar una conciencia de identidad racial entre los afroamericanos o una identidad de género no ha logrado mejorar significativamente las condiciones económicas, políticas y sociales de los más necesitados. No genera competencia a los ideólogos conservadores. Hoy, en la praxis, cada vez hay menos derechos para las mujeres en los Estados Unidos, la pobreza y el crimen continúan asediando los barrios de color y la migración sigue rampante, dejando víctimas, frecuentemente invisibles, en desiertos y mares alrededor del mundo, sin ninguna tregua o reforma pragmática visible en el futuro cercano. Todo se suaviza con el lenguaje inclusivo, pero poco cambia a la realidad.
Jon Stewart en su regreso al Daily Show satiriza a Tucker Carlson, ex-periodista de Fox News, cuando en su entrevista reciente con Putin, Carlson no reacciona adecuadamente ante la aseveración incorrecta de que Polonia tuvo responsabilidad por las masacres de Nazis, al no aceptar la invasión alemana pacíficamente en la Segunda Guerra Mundial. Tucker Carlson, asevera. Carlson, conservador, también hace comparaciones sobre la infraestructura de Rusia y sus comercios, defendiendo que son comparables a los de occidente, haciendo caso omiso a que la libertad está siendo reprimida por el Kremlin y todos aquellos opuestos a Putin terminan encerrados o muertos. Tucker también omite que los rusos no poseen el ingreso para disfrutar adecuadamente de estos bienes. Como indica el economista Noah Smith, Rusia nunca ha logrado posicionarse como un país desarrollado debido a que su productividad e ingresos jamás han alcanzado a los de occidente. ¿Por qué esta Carlson intentando vender a Rusia como una sociedad ideal y funcional ahora? En palabras de Jon Stewart:
Ha existido una batalla civilizatoria entre comunismo y capitalismo que ha dirigido al mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Rusia era el enemigo en aquella época. Pero ahora, la batalla es entre “woke” y “unwoke” (progresivos y conservadores). En esa pelea, Putin es un aliado para la derecha, un amigo. Desafortunadamente, también es un rudo y brutal dictador…Ahora, (los conservadores) tienen que hacer a los americanos sentirse más cómodos con eso... Ninguna persona decente defendería eso.”
Hoy, tanto los nominalistas como los esencialistas han perdido la razón. Ambos, a su manera, están desubicados. Las derechas reaccionarias conservadoras carecen de propuestas para las nuevas generaciones, intentando imponer su forma de ver el mundo y destruyendo a quienes se les oponga. El liberalismo moderno carece de dientes para reformar instituciones a través del nominalismo y, por ende, cada vez se torna más inútil. Sus abstracciones sofisticadas no han generado soluciones concretas. Muchas generaciones están perdidas y muchos usan mapas viejos para encontrar al presente. Esto no es exclusivo a las grandes potencias. Estos conflictos tienen un carácter global y su influencia puede observarse ya aquí. Parece que nadie entiende el ahora y esto se ha vuelto la excusa para demonizar a quienes buscan nuevos caminos, encausando a todos en vías a los terribles infiernos de la guerra y la violencia.