Plumazos del domingo 9 de julio de 2023
Apuntes de Javier Calderón Abullarade y José Gálvez.
Plumazos aglutina las voces que producen análisis crítico. Conoce más sobre los columnistas de opinión en nuestro website. No te pierdas ninguna actualización y apúntate al boletín semanal que te llegará a tu bandeja de entrada todos los domingos.
La reacción a las reacciones: elecciones, narrativas y malos perdedores
José Gálvez
Como indicó una ex-magistrada, “continúan habiendo perdedores que acusan de chanchullo al sistema cuando el resultado no les favorece.” Los resultados de las votaciones recientes en el país indican que existe una gran frustración con el liderazgo actual y con el sistema que le alimenta. También queda clara la desilusión de la mayoría sobre la falta de un cambio de visión, ya que urgen nuevos planteamientos estratégicos para conducirnos al desarrollo. Ninguna de las opciones electas será ideal, ni resolverá todos los problemas que se han venido cocinando por siglos, pero al menos respetan lo que para muchos es el último bastión de juego limpio en nuestra política descalabrada: la democracia. Los mismos de siempre, le apuestan otra vez a perpetuar estructuras disfuncionales de las que evidentemente dependen. La amenaza al entorno y al estilo de vida de aquellos que se benefician del sistema actual es palpable. Ya nadie les cree y sienten que el cambio les toca la puerta como si fuese la muerte.
La narrativa de los perdedores sobre los resultados fue aburrida y cansina: ansiosa, pesimista e innecesariamente catastrófica. Buscó contagiar su miedo al cambio. Un marco de pensamiento que puede ayudar a aclarar sus mensajes fue propuesto por el economista Albert Hirschman a principios de los años noventas. Hirschman indica que, ante cambios progresivos, la guardia conservadora basará su retórica ideológica en tres tipos de reacción: todo cambio es perverso, compromete logros ya alcanzados o es simplemente inútil. Los días siguientes a las elecciones, abundaron instigaciones regidas bajo esta lógica. Por ejemplo, se popularizó de nuevo el dicharacho “nos convertiremos en otra Venezuela/Cuba/Nicaragua”. Irónicamente, son los mismos que no desean un cambio al sistema actual quienes nos conducen a convertirnos en una sociedad con menos libertades: desde perpetuar sistemas corruptos que trabajan para pocos, hasta limitar la libertad de expresión. Harán lo que sea por instrumentalizar instituciones a su favor, bajo el erróneo mantra de “si no favorece mi patrimonio particular, la calidad de lo público no es de mi interés.” Mientras tanto, todos pagamos las consecuencias de sus malas prácticas.
Para los perdedores, los resultados también comprometen el orden económico y político que han perpetuado. Vale recordar que este orden es una forma de organización social clientelista e injusta, pero sobre todo poco estratégica e ineficiente. Es evidente que el modelo actual se compone de sistemas poco meritocráticos que priorizan a la obediencia sobre la productividad, la corrupción sobre la transparencia y la censura sobre la verdad. Hoy existen alternativas moderadas, justas y honestas de provisión y organización que los perdedores no aceptan porque no protegen sus privilegios. Estas alternativas incluyen un estado renovado con institucionalidad, más conocimiento técnico y mayor transparencia. Los perdedores amenazan que, si nuevas propuestas llegan al poder, simplemente fallarán: que la búsqueda por un cambio es inútil y que nadie colaborará con otro tipo de líderes. En lugar de construir armonización, los perdedores buscan el atrincheramiento paralizador a modo de convertir nuevas ideas en esfuerzos estáticos y muertos. El uso de este tipo de fachadas argumentativas esconde una negación a la realidad.
El statu quo quiere tapar el sol con un dedo ignorando que el sistema que perpetúa no ha funcionado como pretenden que lo hace, mientras ignora la injusticia, la violencia y la precariedad que empujan a miles a abandonarlo migrando fuera del país. Debemos ir más allá de reconocer la dificultad de organizar proyectos progresivos innovadores en un país conservador. Es decir, proyectos que incrementen la calidad de vida de la población, mejorando las condiciones económicas, políticas y sociales en beneficio de todos. Debemos comprender que las reacciones de los perdedores reflejan que sus esfuerzos por conservar un sistema podrido también son perversos, comprometedores e inútiles. Su posición es vulnerable a la crítica que le dan a lo nuevo. Los esfuerzos de intentar obtener el poder fraudulentamente son perversos e inútiles para una sociedad joven que despierta y reconoce que ganar con trampa no es ganar, sino continuar durmiendo. De no aceptar el cambio, los perdedores comprometen la legitimidad del sistema lastimando nuestra reputación ante el resto del mundo. También nos arriesgan a todos a que otros actores, más peligrosos, les reemplacen en el futuro usando las mismas artimañas que hoy buscan implementar. Su reacción, poco elaborada, alimenta la radicalización del pensamiento político en una ciudadanía que ya les rechazó en las urnas. Lo mejor para ellos sería aprender a perder pero debemos tener cautela: los malos, trágicamente, nunca lo hacen.
El "inesperado" triunfo de Semilla y el futuro de la democracia guatemalteca
Javier Calderón Abullarade
El 17 de mayo del 2009, decenas de miles de guatemaltecos salieron a manifestar por primera vez en la era democrática a las plazas de Ciudad de Guatemala. Demandaban justicia al presidente de la República, Álvaro Colom, por el asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg, pero también ante los altos índices de criminalidad que en vivían. Y a pesar del apoyo de actores políticos y económicos tradicionales, el éxito de la movilización se debió a una organización inicial espontánea de jóvenes de clase media, principalmente, por vía de redes sociales y luego de publicado en YouTube el video en dónde Rosenberg acusaba al presidente de su asesinato. Así inicio una creciente participación y lucha política de las clases medias urbanas nacionales en contra de la corrupción de la política democrática y la cuál aún tiene defensores poderosos que no quieren que las cosas cambien.
Esta creciente participación política resultó del crecimiento de las clases medias, de los sectores económicos comerciales y de servicios, de las áreas urbanas y de nuevas generaciones que crecieron en la era democrática. Este contexto permitió que el deseo de estas nuevas actores políticos chocara contra los intereses de corto plazo de políticos y empresarios corruptos y de empresarios tradicionales acostumbrados a buscar sus intereses con dinero. Así, el reciente éxito de los candidatos presidencia y vice-presidencial del partido Semilla, el apoyo empresarial a Sandra Torres y el giro de sus discurso hacia uno de derecha y el intento legal de varios partidos políticos de poner en duda los resultados electorales presidenciales son las batallas que se están dando por curar o mantener la corrupción del quehacer político nacional.
De esta cuenta, el éxito electoral de Semilla fue el resultado necesario ante la exclusión, de buena o mala fe, de candidatos que representaban esta lucha ciudadana en contra de la corrupción y por la justicia. Fue inesperado para quienes redujeron la libertad de prensa y para quienes su ideología o sus acciones legales le parecieron suficiente prueba para sus predicciones. De hecho, tan necesario como el éxito de Semilla fue la derrota de Edmond Mulet, quien en lugar de representar los anhelos políticos de esta nueva clase media urbana, prefirió representar a los de la derecha tradicional y adoptar un discurso político vulgar.
El éxito esperado de Semilla, entonces, creció en los mismo lugares en dónde comenzó su ascenso en las elecciones pasadas: en las ciudades. El 66% de los votos de Semilla está concentrado en los primeros 36 municipios en donde más votaron por el partido, todos urbanos, y entre los cuáles están casi todas las cabeceras departamentales con excepción de Salamá, Flores y Guastatoya, que por su pequeño tamaño aportaron menos al éxito del partido. Inversamente, el 66% de votantes de la UNE está desperdigado en 104 municipios, la mayoría más rurales que urbanos. Es decir, el voto de estas elecciones se dividió entre las áreas urbanas del Centro y del Occidente del país y las áreas rurales del Nor-Oriente, Oriente y de la Costa Sur y a favor de partidos de centro-izquierda.
Los buenos resultados electorales de Semilla y de la UNE también demuestran el desgaste del modelo político de la derecha tradicional de Guatemala. Dos partidos de izquierda pasaron a la segunda vuelta para elegir a presidente y vicepresidente. Los partidos de derecha, algunos con discursos más radicales que otros, pero representando el mismo desprestigio de los últimos gobiernos, ya no son deseables entre el electorado.Y es este último resultado el que ha generado una reacción que, a mi parecer, es contraproducente para quienes la promueven. Por un lado, algunos de los partidos perdedores comenzaron una campaña de desprestigio en contra de unas elecciones que fueron justas y transparentes en lo referente al procesamiento de los votos; además, iniciaron acciones legales para evitar que los candidatos de Semilla pasen a segunda vuelta. Por otra parte, ante su sorpresa, algunos grandes empresarios han decidido apoyar de última hora a Sandra Torres, a quien vilipendiaron durante la última década, y quien ya cambió su discurso para parecerse a lo que hubiera dicho un candidato de derecha tradicional. Estas dos estrategias son claramente contrarias a las expectativas de los crecientes votantes urbanos, quienes aún tiene el potencial de crecer y de darle la victoria a Semilla en agosto.
Para esta nueva clase política urbana su victoria depende del aumento de su activismo político, de que encuentre aliados que financien acciones para defender sus intereses y sus partidos y de que vote por los candidatos que representan sus intereses. Pero también depende de que los políticos, proveedores del estado y empleados públicos corruptos pierdan poder político y en el sistema judicial. Y, para los empresarios que hoy decidieron apoyar a Sandra Torres, su éxito de largo plazo depende de que contraten asesores mejor preparados y que comprendan que hoy, para que sus cosas se mantengan igual, las demás cosas tienen que cambiar. El éxito de Arévalo como presidente se toparía con un Congreso en contra, con una bancada acostumbrada a fiscalizar y no a negociar y con un servicio público corrupto, negligente y desprofesionalizado. Su éxito electoral podría ser fuente de su fracaso político. Pero el apoyo a y posible éxito de Sandra Torres, terminaría de matar el poco prestigio y respeto que los ciudadanos urbanos aún le tienen al gran empresariado guatemalteco.
P.S. Para quienes estén interesados en que trate algún tema en particular en este espacio, por favor escríbanme a javi.abullarade@gmail.com
El chapín esta justamente allí en las capas urbanas, la reformita, los ceviches de la zona 5. los shucos de la zona 4 y no en un condominio en la zona 10 o Carretera a el salvador. Me alegra que el chapín esta volviendo a desarrollar un sentido cívico que va mas allá de consumir gallos y usar camisas de la selección.