Plumazos del domingo 5 de noviembre de 2023
Apuntes de economía y política de Hugo Maúl y José Gálvez.
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Mantenimiento de la Infraestructura Vial: El inicio del camino hacia el progreso
Hugo Maúl
Si un alienígena hubiera estado de visita en Guatemala durante el último mes, sin saber en qué consisten los bloqueos carreteros como medida de presión al poder político (porque en su planeta no existen este tipo de libertades) y sin entender en qué consiste el deterioro de la infraestructura vial (porque en su planeta se transportan en autos voladores, como los de Los Supersónicos), no sabría cómo distinguir los efectos sobre la movilización de mercancías y personas en el país de un bloqueo o un hundimiento de una carretera. Observacionalmente, las consecuencias de ambos fenómenos son exactamente las mismas en lo que concierne a su impacto económico; desgaste de la legitimidad de quienes ejercen el poder político; y consecuencias sociales. La única diferencia significativa que podría reportar el alienígena es que los bloqueos se levantaron pero las carreteras deterioradas siguen ahí.
Resulta paradójico que mientras muchos se quejan de las consecuencias de los bloqueos, aceptan estoicamente todos los problemas que provoca el deterioro de la infraestructura vial en el país. Los accidentes, retrasos, hundimientos, derrumbes, destrucción de puentes, vías anegadas, obras mal ejecutadas, basura, baches y grietas, entre otros, se aceptan como cuestiones normales. Sin embargo, tal tipo de deterioro en carreteras, camino y calles causan profundo impacto económico negativo a amplios sectores de la población, por prolongados períodos de tiempo y afectan el normal funcionamiento de la economía y perturban fuertemente la dinámica familiar de millones de personas. Así como sucede en este mismo momento en las inmediaciones de Villa Nueva a causa del colapso de los drenajes y posteriores hundimientos en la CA-9 Sur, a la altura del cruce del Río Platanitos; o a inmediaciones de la Zona 5, 15 y 16 en la Ciudad de Guatemala, por un problema similar en el Boulevard Lourdes.
En un país en donde la onda expansiva de la corrupción arrasa todo cuanto encuentra a su paso, y hace especial crisis en todo lo que se relaciona con la construcción de infraestructura vial, el público, indignado y desencantado exige poner fin a este estado de cosas. Sin embargo, poca o ninguna atención se pone a un enfoque alternativo y complementario: priorizar la preservación y el mantenimiento de las carreteras y caminos ya existentes. A diferencia de la compleja orquestación que implica la construcción de nuevas carreteras, brindar un adecuado mantenimiento a la infraestructura ya existente puede ser un asunto más simple, transparente y fácil de fiscalizar. El tipo de trabajos necesarios son evidentes; la planificación y los materiales son mucho más simples y accesibles que los que demandan las grandes obras de infraestructura; y la supervisión de los trabajos más sencilla y rápida.
Los proyectos de construcción de nueva infraestructura vial involucran una intrincada coreografía de fases, planificación, adquisiciones, acuerdos contractuales, y modificaciones que resultan ser campo fértil para la corrupción. El mantenimiento de la infraestructura vial, bien manejado, en contraste, ofrece menos puntos de entrada para malas prácticas, reduciendo el espacio para la corrupción. En la lucha contra la corrupción, el mantenimiento es una “low hanging fruit” (la fruta más fácil de conseguir). Aunque los nuevos proyectos carreteros son vitales para el desarrollo, no deben eclipsar la importancia de dar un mantenimiento adecuado a la infraestructura vial existente. Descuidar las carreteras que ya existen abre la puerta a su deterioro y a todos los problemas que esto acarrea consigo: accidentes de tránsito; cortes en la circulación; aumento en los costos de transporte; deterioro del parque vehicular; etcétera.
Por otro lado, proyectos de mantenimiento de la infraestructura vial brindan resultados inmediatos y tangibles. Rellenar un bache, limpiar las cunetas de una carretera, mantener limpios los hombros y arriates de las carreteras con acciones difíciles ocultar y sus resultados están a la vista de todos. Cuestión que facilita la vigilancia ciudadana y la auditoría social de los trabajos asociados con mantener la infraestructura vial en buen estado. Además, desde una perspectiva financiera, el mantenimiento es, generalmente menos costoso que la construcción, y por tanto menos atractivo para quienes están interesados en la corrupción a gran escala. Además, el costo de reparar infraestructura deteriorada en el futuro es mucho mayor que lo que se requiere ahora para su adecuado mantenimiento.
“El costo de reparar una infraestructura descuidada en el futuro es mucho mayor que la inversión necesaria para su mantenimiento regular hoy.”
Descuidar el mantenimiento conlleva una sinfonía de amenazas y problemas que tienen repercusiones sociales, económicas y de seguridad insospechadas. Las carreteras descuidadas multiplican los peligros de accidentes, lesiones, delincuencia y, trágicamente, pérdida de vidas, no se diga cuantiosos costos económicos: fletes y pasajes más caros; mayores tiempos de traslado; embotellamientos; desgaste de los vehículos; mayor consumo de combustibles; pérdida de negocios y empleos en el turismo; contaminación; y menor valor de las propiedades. No obstante, en el gran escenario de la política nacional, la construcción de nuevas autopistas, carreteras y caminos rurales se roba el protagonismo en materia de infraestructura vial. Los proyectos de construcción son glamurosos y representan un símbolo de ambición y progreso. La penumbra y anonimato de actividades como la limpieza y reparación de la vía, mantenimiento de drenajes primarios y secundarios, eliminación de maleza en las orillas de la carretera, no despierta el mismo tipo de interés y apetito de inversionistas, empresarios y funcionarios públicos. El arte del mantenimiento es un aspecto más sutil y menos celebrado que todos los esfuerzos que se hacen en materia de infraestructura vial, pero tiene una inmensa importancia para el tipo de problemas recurrentes que afectan a la infraestructura vial del país.
El miedo en el silencio: Las sospechosas posturas sobre los bloqueos
José Gálvez
En las últimas semanas, el país se vio envuelto en una seria crisis política. Con bloqueos en varios puntos, muchas personas protestaban por la democracia y su rechazo a la corrupción. Mientras algunos sectores se vieron amenazados por las pérdidas económicas, el alza de precios o la falta de movilidad, está en cuestión si el descontento popular fue general. Fue una protesta pacífica pero no a todos nos dolió de la misma forma. Plurales fueron las fortunas. Vale la pena resaltar y reflexionar sobre los silencios de actores que en el pasado se han opuesto al autoritarismo y a la corrupción ya que su ausencia grita sobre una lógica sospechosa, maquiavélica y antagónica a los cambios progresistas y democráticos necesarios en el país. Ya está llegando al límite su posición furtiva. ¿Es que prefieren vivir en un sistema retorcido, corrupto y anti-democrático? ¿Es que no están dispuestos a respetar la democracia y la voluntad de los votantes? ¿Se deberá su rechazo al hecho de que su prosperidad depende del mismo sistema que deseamos depurar? Ese silencio les esconde cómo detrás de la niebla y actúan desde la penumbra. Su silencio, es un silencio obscuro. Y, aunque es de lo más sencillo estimar un costo aproximado en dólares de los bloqueos, es difícil medir y pensar en los macabros y gigantescos costos que hemos pagado al intentar salir del subdesarrollo con las mismas estructuras y estrategias que ya hemos visto fracasar. Los retos del subdesarrollo se convierten en una pesadilla de la que no podemos despertar.
“¿Es que prefieren vivir en un sistema retorcido, corrupto y anti-democrático? ¿Es que no están dispuestos a respetar la democracia y la voluntad de los votantes?”
Existen muchos ejemplos en la historia de revoltosos incendiando carros, robando negocios y destruyendo secciones enteras de una ciudad, aprovechando el caos generado por protestas. Estos estallidos de violencia casi siempre son producto de la carencia de un espacio institucional organizado para que los grupos sociales negocien sus demandas. Además, es sospechoso que aquellos que rechazan los bloqueos como formas ilegitimas de protesta, se obsesionen con señalar el mal actuar de algunos escasos vándalos. Honestamente, para su magnitud, fueron pocos los incidentes de violencia en estas protestas. Esto refleja una intención sana de respetar la seguridad de los ciudadanos por parte de todos. La protesta no ocurre en un vacío. Por otro lado, escasos fueron los espacios de diálogo dentro de instituciones políticas formales que efectivamente pudieran satisfacer las demandas de la población. Esto solo conduce a que conforme pase el tiempo, los recursos utilizados para generar presión política sean más invisibles o violentos y, por ende, más costosos. El silencio de las élites se siente como estar parado frente a un precipicio; un abismo de indecisión que se forma debido al autoritarismo de las instituciones públicas y privadas, y su mala gestión al intentar resolver problemas de manera centralizada que, en principio, habían acordado resolver democráticamente. El resultado inútil de la protesta es indicativo de una resignación; una aceptación cansada del sistema torcido.
Michael Lowy, haciendo un análisis de revoluciones sociales, indica que casi siempre vienen en pares: una primera revolución resulta del descontento de un sector qué, si logra su objetivo, obtiene lo que demanda; pero, al carecer este sector del poder que poseen las élites, los cambios se generan de manera temporal y luego la sociedad regresa al orden original. La protesta es inútil. Es decir, no existe el progreso y se retorna a las malas costumbres que existían previo a este primer intento de cambio. Por ello, los poderosos saben que el esfuerzo de una protesta se puede comprometer desde un inicio a través de la división. Es hasta que viene una segunda revolución más inclusiva y general, en la que muchos sectores se pronuncian, que la protesta adquiere un carácter mas serio y efectivo. Ese cambio puede llegar a generar tanta presión que el sistema cede. Es la segunda forma de protesta que representa la oportunidad de un reto al estado actual y un progreso verdadero. Algo acá está mal. Este tipo de esfuerzos colectivos y unificados se ven cancelados y reprimidos a través del silencio de algunos. ¿Será esto indicativo de que en el fondo la conservación del sistema retorcido es esencial para los grupos más callados?
“Algo acá está mal. Este tipo de esfuerzos colectivos y unificados se ven cancelados y reprimidos a través del silencio de algunos.”
Es en estos momentos que se pueden avizorar posturas y actuaciones de los diferentes sectores sociales y detectar quienes tendrán la valentía de tomar posturas y quienes tienen la cola machucada debido a que dependen de un sistema corrupto para operar. Es tiempo de sospechosos. Es tiempo de identificar quienes buscan una sociedad más productiva, justa y transparente y quienes desean persistir prosperando a través del clientelismo podrido. Se pueden estimar las pérdidas por bloqueos a través de muchos indicadores económicos. Si bien, los costos de bloqueos en materia económica son altos, esa postura miope y cortoplacista solo es útil dentro de un contexto en el que se ignoran los costos económicos reales de vivir en una sociedad corrupta y poco democrática. Llama la atención que algunos de los sectores más molestos por las formas de protestar de otros en estas semanas, también son víctimas de las mismas carencias. Mientras protejan las migas de privilegios sobre un sistema precario que aprovechan, pero que tampoco les funciona, no avanzaremos. ¿Su posición? Acá hay un silencio alarmante. Acá es mejor no protestar. Acá debemos ser apocados. Acá es mejor permanecer callados y dormidos. Acá, que mejor no se escuche ni el paso de un ratón…Ese silencio es hipnotizante... Ese silencio es adictivo… Ese silencio es sospechoso… ¡Ese silencio es verdaderamente aterrador!