Plumazos del domingo 29 de octubre de 2023
Apuntes coyunturales de Pablo Rosal y Deby Sical.
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En esta edición especial, incorporamos a dos prometedores estudiantes guatemaltecos de ciencia política que se estrenan hoy con su primera contribución a Plumazos.
A continuación, les presentamos sus textos.
Los efectos del extremismo político
Pablo Rosal
Después de los resultados electorales argentinos, en Guatemala se generó una discusión alrededor de Javier Milei y la posibilidad de que llegue a la presidencia. Muchos «liberales» guatemaltecos han puesto su fe en él, con la esperanza de ver frutos positivos con sus medidas económicas. Típicamente, cuando los liberales tropicales evalúan candidatos a algún puesto público se centran principalmente en sus propuestas de política económica. Si bien este es un aspecto crucial de política pública, rara vez consideramos si el candidato en cuestión tiene la capacidad de dialogar y negociar con otros partidos políticos para llegar a consensos. Esto parece sumamente cliché, pero creo que subestimamos el impacto político que tiene una agenda que desea transformar radicalmente el statu quo—sea esta libertaria, progresista, conservadora o socialista. La política, en esencia, consiste en llegar a acuerdos. En sociedades democráticas, donde predomina la diversidad de ideas, la importancia de consensuar es más importante todavía. Entonces, ¿qué sucede cuando un candidato con una agenda radical llega al poder?
“En sociedades democráticas, donde predomina la diversidad de ideas, la importancia de consensuar es más importante todavía.”
Hay dos trabajos en particular que nos pueden ilustrar al respecto. El primero es un clásico llamado Los peligros del presidencialismo de Juan Linz. Linz estudió el presidencialismo a fondo. En América Latina, este es el régimen predominante. Tanto el legislativo como el ejecutivo son electos popularmente. En el parlamentarismo, en cambio, la ciudadanía escoge solamente a su parlamento, pero no al primer ministro. Un problema del presidencialismo, según observó Linz, es su legitimidad democrática dual. Resumidamente, dado que tanto el Congreso como el presidente fueron electos, ambos reclaman representar la voluntad popular. Cuando el ejecutivo y el legislativo entran en confrontación, ¿quién debe ceder? En el parlamentarismo, el legislativo puede remover al primer ministro con un voto de no confianza e iniciar el proceso de conformación del nuevo gobierno. En el presidencialismo, en cambio, se necesita deponer un presidente electo y esto muchas veces lleva a un colapso del sistema político.
Es aquí donde el aporte de Sebastián Linares resulta importante. En un estudio, Linares ahondó en la capacidad de los regímenes presidencialistas de crear coaliciones en el legislativo para poder gobernar. Uno de sus hallazgos es que los presidentes con agendas radicales tienen grandes dificultades para crear coaliciones. Esto sucede especialmente en legislativos como los latinoamericanos que suelen tener muchos partidos políticos de corrientes diversas. Es sumamente difícil que el partido oficialista tenga una mayoría, mucho menos si es radical. Desafortunadamente, estas son las situaciones que mayor probabilidad tienen de devenir en una quiebra del régimen. El ejemplo más reciente de este fenómeno es el de Pedro Castillo, expresidente peruano de extrema izquierda. Su incapacidad de negociar y moderarse lo llevó a una situación insostenible con el Congreso. Lamentablemente, intentó escaparse de su situación con un autogolpe fallido.
Creo que a estas alturas queda claro por qué Javier Milei en la presidencia argentina podría causar muchos problemas. Como notará el lector, no es necesario discutir si las políticas que representan Castillo y Milei son las mejores o no. Con ver que están posicionados a un extremo y serán incapaces de crear coaliciones y consensos, ya sabemos que se encaminan a una situación inestable.
No todo es político
Deby Sical
La política no lo es todo, pero está en todo. En el caso de Guatemala, la creciente politización de asuntos cotidianos ha alcanzado proporciones alarmantes. Desde la administración de calles hasta la asignación de recursos durante las épocas electorales, la política ha permeado todos los aspectos de nuestra vida. Esta tendencia nos ha llevado a un punto de no retorno, donde la política se ha convertido en la única herramienta para abordar nuestras inquietudes.
Lo más preocupante de esta situación es que a menudo no podemos identificar las deficiencias en nuestras instituciones hasta que se vuelven demasiado evidentes. Sólamente cuando nos encontramos en medio de una crisis, como la que actualmente vivimos, las consecuencias de dejar que los asuntos administrativos sean manipulados por intereses políticos saltan a la vista. En momentos como este, nos preguntamos quién asumirá el próximo mandato en medio del caos, pero la verdadera pregunta debería ser qué tipo de instituciones queremos que existan para gestionar nuestras necesidades y resolver los problemas que enfrentamos.
“La verdadera pregunta debería ser qué tipo de instituciones queremos que existan para gestionar nuestras necesidades y resolver los problemas que enfrentamos.”
No se trata de desvalorizar el papel de la política, ya que desempeña un papel crucial en la toma de decisiones y la representación de los ciudadanos. Sin embargo, no debemos depositar todas nuestras esperanzas en la política como la única solución. Necesitamos administradores competentes que puedan hacer que nuestras instituciones funcionen de manera efectiva, independientemente de quién ocupe el poder. Si realmente deseamos abordar los problemas que enfrenta nuestra sociedad, debemos ser conscientes de las deficiencias en nuestro sistema político y administrativo.
La infección en nuestro sistema político está en un punto crítico, pero también nos brinda una oportunidad para abrir los ojos a la complejidad de la situación y comenzar a comprender por dónde debemos iniciar para implementar los cambios necesarios. Es fundamental reconocer que el poder para cambiar el estado de cosas no solo reside en los líderes políticos, sino también en quienes gestionan la cosa pública. La política es una parte del rompecabezas; si queremos lograr un cambio significativo, debemos mirar más allá de los rostros en el poder y enfocarnos en fortalecer nuestras instituciones.