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Tapachula: capital centroamericana
Hugo Maúl
Artículo originalmente publicado en EP Investiga el lunes 29 de abril de 2024.
Según algunos estudiosos de la industrialización mexicana, ciertas operaciones y productos intensivos en mano de obra que se producía antes en México en mayores cantidades se desplazaron hacia países centroamericanos en busca de costos laborales más competitivos. Este es el caso de la producción de arneses eléctricos para la industria automotriz (en Honduras y Nicaragua principalmente), los dispositivos médicos (hacia República Dominicana y Costa Rica) y la confección de vestuario y textiles (hacia varios países de Centroamérica, con excepción de Costa Rica). Gracias a la sofisticación del aparato productivo en el Norte y Centro de México y el protagonismo que ahora tienen productos industriales de mayor valor agregado, estas regiones cada vez producen menos de este tipo de productos que “brincaron” hacia Centroamérica.
Desde una perspectiva geográfica y temporal, el desarrollo exportador de Centroamérica podría haber tenido lugar inicialmente en el Sur de México, especialmente en zonas urbanas como Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán o Quintana Roo. Estas ciudades cuentan con un nivel de desarrollo similar a los principales centros urbanos de Centroamérica, están geográficamente más cerca del mercado de EE.UU., poseen una infraestructura de transporte y logística comparable a la de los mejores países de Centroamérica (a excepción de Guatemala), y ofrecen costos laborales más favorables que la mayoría de los países centroamericanos, junto con esquemas de promoción de exportaciones e inversión tan efectivos como los de estos países.
Con respecto a la relocalización de inversiones productivas desde Asia hacia América (nearshoring), especialmente en sectores como textiles, confección de vestuario, productos eléctricos y dispositivos médicos simples, es probable que el Sur de México adquiera un mayor protagonismo. Para los inversionistas interesados en trasladar su producción al Pacífico, los estados del Sur de México ofrecen condiciones productivas similares o mejores que las de los países centroamericanos. No sería sorprendente ver una división entre una región Centro-Norte, con industrias especializadas en productos de mayor valor agregado, y una región Sur, con industrias más ligeras y mano de obra intensiva.
Esta oportunidad ha sido visualizada por varios políticos mexicanos recientemente, como lo demuestra la iniciativa del Corredor Transoceánico en el Istmo de Tehuantepec impulsado por López Obrador, que busca crear una zona de desarrollo logístico e industrial mundial. A lo que se suma el reciente anuncio de la candidata del partido oficial a la presidencia, Claudia Sheinbaum, en su visita a Chiapas, en donde expresó su apoyo para “el desarrollo de la Frontera Sur, para hacer de Tapachula la capital de Chiapas y de Centroamérica.” A lo que el actual gobernador de Chiapas añadió que “se trata de hacer una frontera industrial…[con] 10 zonas industriales y dentro de las cuales está la zona de la frontera sur con Tapachula…(con el objetivo que) los migrantes que van a Estados Unidos a trabajar, porque en su país no tienen las oportunidades, la Frontera Sur (sirva) para emplear a… un porcentaje considerable (de ellos)».
“La iniciativa del Corredor Transoceánico en el Istmo de Tehuantepec impulsado por López Obrador busca crear una zona de desarrollo logístico e industrial mundial.”
Aunque siempre existe escepticismo respecto a las promesas políticas, tanto en México como en Guatemala, ambos países enfrentan desafíos similares en términos de inversión, infraestructura e integración. Aunque los políticos mexicanos no siempre cumplen sus promesas de manera ideal, su historial indica que, tarde o temprano, terminan actuando. Situación que contrasta con la realidad del lado guatemalteco, en donde los políticos solo han demostrado que saben bien “cantar rancheras”. Reconociendo estas similitudes y el destino compartido, Guatemala debería implementar acciones estratégicas diferenciadoras para evitar que los estados del Sur de México ganen la carrera por atraer nuevas inversiones productivas y conviertan a Tapachula en la capital de Centroamérica.
Ideólogos y maestros: economía, conocimiento y pluralidad
José Rolando Gálvez
Artículo originalmente publicado en EP Investiga el domingo 5 de mayo de 2024.
Recientemente me compartieron el programa de economía propuesto por un ideólogo de una universidad local. La propuesta presentaba algunos títulos que reconocí y otros que jamás había visto. Al buscarlos en línea, noté que todos se adscribían a una corriente filosófica enfocada en racionalizar las acciones de un solo sector económico. Entonces sospeché que era uno de esos profesores malacostumbrados a contar historias incompletas y visiones sesgadas de la teoría económica. Aun respetando a algunos de los autores en la lista, no logré evitar preguntarme ¿qué tipo de conocimientos y habilidades adquirirían futuros economistas siguiendo un programa tan ideológicamente hermético, en especial, siendo hoy la economía una disciplina tan versátil y diversa? En un programa como esos, ¿se distribuirá conocimiento o ideología? Al tomar cursos con ideólogos, complacientes de sus fiduciarios, uno aprende a ver el mundo desde una sola perspectiva, y potencialmente, a radicalizarse, ya sea a favor o en contra de las ideas impartidas. En economía, posturas cerradas carecen de innovación o creatividad, lo que termina limitando al profesional que se encasilla en ellas. Uno debiera evitar aprender sobre economía a través de un solo lente, pretendiendo, ilusoriamente, que una misma solución funcionará para todas las situaciones en un mundo complejo. Sólo espero que programas así produzcan a los mismos críticos que ese sistema pretende evitar. Tiende a ocurrir que, cuando se expone a los más perspicaces al fuego de un lanzallamas ideológico, típicamente brota la duda y consecuentemente, la crítica más afilada.
Pratkanis y Aronson en La Era de la Propaganda resaltan las diferencias entre propaganda y educación. Mientras la propaganda es la propagación sistémica de una doctrina, la educación es el acto de impartir conocimientos o habilidades. Y es que ideólogos con mentes cerradas típicamente enseñan sobre la economía doctrinariamente. Un ideólogo solamente distribuye ideas con base a una única línea de pensamiento simplista, condena a las “tribus” que le contradicen, rechaza toda crítica, sobrevalorando cualquier ejemplo que le valide y, convenientemente, ignorando todos aquellos que no. Al contrario, los buenos maestros de economía motivan a la curiosidad y al sano escepticismo, practicando la humildad con sus propias creencias ideológicas. Un buen maestro de economía expone los matices de sus argumentos. Los agentes, los productos y las transacciones, con frecuencia, presentan diferencias y contradicciones imposibles de reconciliar a través de un solo conjunto de creencias sobre cómo operan. Un buen maestro de economía jamás olvida que, como lo ejemplifican los mejores debates económicos entre Malthus y Ricardo, una de las mejores prácticas metodológicas de la disciplina reside en el mejoramiento de ideas a través del intercambio y el diálogo académico, respetuoso y constructivo.
“Un buen maestro de economía expone los matices de sus argumentos.”
Mientras que una enseñanza ideológica nos obliga a pensar en enemigos inventados y soluciones desactualizadas, por lo regular afines al statu quo, es más provechoso invertir recursos en aprender a pensar como un economista, tanto para el profesional que estudia la disciplina, como para la sociedad a la que asesora. Los mejores economistas tienden a ser los que esclarecen dilemas y encuentran soluciones estratégicamente viables, no los que repiten una opinión monolítica buscando validación. Es difícil desarrollar habilidades cognitivas necesarias para convertirse en un buen economista en espacios donde la autocrítica y el contraste entre marcos analíticos se reprime o se condena en defensa de una agenda ideológica particular.
En un país con un crecimiento económico estancado, carencias de bienes públicos, hartas fallas de mercado, instituciones públicas débiles y pocas estrategias claras de desarrollo, vienen útiles los economistas con una educación completa; es decir, una educación que busque la tolerancia de múltiples perspectivas pero que conserve rigor en la forma en que desarrolla y expone argumentos. Necesitamos economistas que sepan que estudiar esta disciplina puede ser de mucha utilidad si aplican sus conocimientos a resolver problemas de coordinación colectiva. Necesitamos economistas en múltiples posiciones de poder, buscando la provisión de soluciones justas y eficientes, mientras trabajan en el desarrollo de una economía estable, creciente y sostenible. Se necesitan economistas con criterio, que puedan utilizar una multiplicidad de perspectivas y relacionar la economía con otras ciencias sociales, duras y las Humanidades. Difícilmente serán ideólogos los que logren educar a buenos economistas.
“ecesitamos economistas en múltiples posiciones de poder, buscando la provisión de soluciones justas y eficientes, mientras trabajan en el desarrollo de una economía estable, creciente y sostenible.”
Nuevos economistas debieran ser guiados por maestros que sepan sobre varias corrientes intelectuales, que expongan alternativas para comprender problemas económicos y que los estudiantes, en lugar de aprender sobre una única forma de ver el mundo, aprendan a pensar de manera versátil y holística. Solamente así se puede desarrollar y distribuir conocimiento: reconociendo las virtudes y limitaciones de todas las herramientas que uno tiene a disposición para entender la realidad.