Plumazos del domingo 17 de septiembre de 2023
Apuntes de historia y justicia de Rafael Paiz y Mateo Echeverría.
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Epidemia de Cuartelazos
Rafael Paiz
Hace poco más de dos semanas el continente africano volvió a sacudirse políticamente cuando un nuevo golpe de estado se perpetraba. Las imágenes son las habituales. Un grupo de personas vestidas con uniformes militares aparece en las pantallas de televisión. El tono, el vocabulario, las motivaciones son las de siempre, el resultado es el mismo. Un gobernante es sustituido por vías no democráticas. El que se desarrollaba en Gabón era el último de más de 225 intentos de golpe de estado que se han registrado en ese continente desde 1950.
Cuando aun no se resuelve la situación generada luego del golpe de estado en Níger del mes de julio, el cuartelazo en Gabón viene a complicar más el panorama de la región. Guinea, Mali, Níger, Burkina Faso y Gabón, los han sufrido en mas de media docena desde año 2020. Esto ha llevado a que el presidente Macron en un discurso frente a diplomáticos de su país expresara que hay una “epidemia de golpes de estado”.
Si bien es cierto los casos de estos países son merecedores de análisis mucho más profundos a causa de sus especificidades. también es verdad que los unen varias características similares que no pueden dejar de abordarse. La primera, es que todos estos estados son francófonos. Salvo Guinea, todos forman parte de la zona monetaria del Franco CFA, moneda común que varios estados africanos comparten y que es manejada en buena medida desde París. Todas son naciones con poco desarrollo tanto humano como de sus instituciones.
El levantamiento de Gabón se da luego de un proceso electoral con fuertes indicios de irregularidades y fraude. El depuesto presidente Bongo y su padre, antes que él, habían gobernado el país ininterrumpidamente desde hace 55 años. Aliado incondicional de Francia en la región, la junta militar no ha manifestado hostilidades hacia ese país y no se vislumbra que desee deshacerse de la base militar francesa en su territorio.
En Guinea, los golpistas han mantenido el poder por dos años. Al tomarlo, el coronel Doumbouyah, un antiguo oficial de la Legión Extranjera del ejército francés, asumió el mando del país y prometió prontas elecciones democráticas. El depuesto presidente estaba intentando modificar la constitución para prolongar su mandato un tercer periodo, generando gran descontento de su pueblo. Sin embargo, ya 24 meses han pasado y no se vislumbra que las promesas del nuevo jefe de estado se cumplan pronto.
Los casos de Mali, Burkina Faso y Níger, por su parte, se dan en un contexto completamente diferente. Sumidos desde hace años en una lucha abierta contra el terrorismo islámico. Son países débiles y corruptos donde, por culpa de una elite burocrática y militar, las grandes mayorías de la población siguen viviendo en absoluta pobreza. Este caos obliga a la mayoría de la población a encontrar únicamente la salida militar para detener el avance djihadista. 10 años de acompañamiento militar francés no lograron hacerlo y por eso buscan apoyo principalmente en Rusia y su milicia Wagner. De momento es una vana ilusión que no se ha conseguido.
Existe en la población del Sahel el sentimiento de que el origen de toda la inestabilidad es culpa de la política exterior de Francia. El proceso de descolonización los mantuvo estrechamente ligados a París. Que al igual que las otras potencias en el resto del África subsahariana mantuvieron condiciones ventajosas para sus ciudadanos y empresas en detrimento de los locales. En Francia se llamó “françafrique”. Este modelo de gestión cooperaba en los campos diplomáticos, económicos, monetarios y militares. Jacques Foccart dirigió desde el Elíseo durante más de 25 años la política interna de las antiguas colonias africanas de ese país.
Al igual que las otras potencias coloniales lo hicieran en sus áreas de influencia, para poder mantener el control y los beneficios económicos. Este mecanismo no dudó en apoyar a una casta de autócratas, altamente corruptos, violentos y poco preparados; con lealtades más sólidas a las prebendas y coimas recibidas del exterior que a sus naciones. Durante 60 años, si bien es cierto se logró una aparentemente estabilidad, los ha mantenido alejados del desarrollo. La población desencantada, al no encontrar soluciones democráticas a su situación, ha buscado salidas violentas y apoyos en potencias emergentes no democráticas. De momento solo empeoran sus condiciones obligando a millones a migrar hacia el Norte.
“La población desencantada, al no encontrar soluciones democráticas a su situación, ha buscado salidas violentas y apoyos en potencias emergentes no democráticas.”
Con la globalización nuevos actores han ingresado al tablero. Estos quizás varíen sus orígenes y enarbolan la bandera del antiimperialismo. Lo que no cambian son sus métodos ni sus objetivos. Buscan siempre lo mismo. Ampliar su área de influencia, desarrollar sus mercados y sobre todo acceder a los vastos recursos naturales que poseen estos débiles estados. Para ello están dispuestos a utilizar las viejas recetas que usaron los europeos.
De momento esta epidemia de cuartelazos se concentra en esa región. Sin embargo, en el contexto de reposicionamiento de las hegemonías mundiales es poco probable que no se comiencen a expandir por otros estados. La pobreza, debilidad institucional, corrupción y carencia de oportunidades de desarrollo no son exclusivas de África. Incluso en la misma Latinoamérica, aunque muy pocas veces se voltee a ver a la lejana África, fácilmente se pueden identificar algunas similares condiciones. Por ello no se debe quitar el dedo del renglón ya que, de no combatirlas efectivamente, seguiremos siendo susceptibles al fantasma esa nefasta epidemia.
Digamos las cosas claras
Mateo Echeverría
Digámoslo claro: el golpe de Estado avanza con el auspicio y beneplácito de los poderes fácticos, tanto del propio Estado como grupos de interés cuya ambigüedad y complicidad los colocan del lado ignominioso de la historia. Los golpistas continúan, no sé si camino al éxito o al muro, pero pese a los esfuerzos ciudadanos y el apoyo internacional, el golpe parece no perder fuelle, tanto así que mientras escribo este texto el Ministerio Público –alias, la punta de lanza de los golpistas– intervienen en las cajas de material electoral contraviniendo cualquier legalidad, sentido común y proceso establecido. Los expertos han explicado la gravedad de lo sucede, pero por más que se insista en ello, hay algo en el ambiente y el propio proceso en donde nada o todo es solo lo que parece.
Esto es un golpe de Estado aunque pueda no parecerlo. Aunque no sea intempestivo, estrepitoso, inmediato, incluso sonoro –como lo fue la irrupción de unos golpistas al hemiciclo al Congreso español el 23 de febrero de 1981 que desarrolla Cercas en Anatomía de un instante– esto sigue siendo un golpe. Golpe legal, blando, institucional y otros apellidos que los expertos utilizan para abarcar la complejidad y evolución de un fenómeno que se diferencia según quiénes y cómo participen. Golpe golpe, digo yo, dejémonos de babosadas, como si la tautología sirviera para darle la contundencia que a veces pareciese faltar. Porque es cierto que la vida ha continuado con normalidad –la normalidad que permite el tráfico y violencia de la ciudad– y convive con la anomalía del golpe que para los desentendidos no se hace notar. Por eso se hace necesario señalar que pese a su complejidad, a los nuevos ritmos, a que lleven toga y no armas, a que citen leyes y la biblia, pese a todo ello, el golpe sigue siendo golpe.
Digámoslo claro: el presidente Giammattei, el mismo que lamenta la interrupción de la transición democrática, participa y colidera el golpe. Porque en la necrópolis que dice llamarse Capital Provida nada o todo es solo lo que parece. En este juego de disfraces, entre los golpistas también están los que se visten de liberales y republicanos. Algunos darán las órdenes, mientras otros ven el espectáculo desde la distancia y en silencio. No tienen por qué estar organizados ni alineados –no veo coordinaciones donde no las hay, como Ardón cuando defiende a la golpista Fiscal General– pero me interesan porque problematizan la idea de que los golpistas sean sólo un grupito de fanáticos, sino también esos grises que durante años han hecho del golpe una posibilidad, pues nada aparece de la nada.
“Digámoslo claro: el presidente Giammattei, el mismo que lamenta la interrupción de la transición democrática, participa y co-lidera el golpe.”
Un ejemplo de ello es la vieja derecha que se declara liberal y republicana, esa que puede ser todo lo verdadera que ustedes quieran, pero siempre llevó la bandera corporativa en alto. Esa derecha “respetable” ha cultivado durante años, en aulas y medios, un pensamiento único e intransigente que se manifiesta en un repudio hacia la diferencia, la que hace de los adversarios en enemigos a vencer, por lo que no extraña que los esfuerzos antidemocráticos cuenten con la aquiescencia de una parte de la ciudadanía. Se resisten en llamar al golpe como lo que es. No sé si por prudencia –eufemismo de cobardía en estos días– pero en sus análisis poselectorales –si análisis se le puede decir a ese bucle infructuoso– se infiere que para ellos el único golpe ha sido perder las elecciones de manera estrepitosa en lugar de los continuos ataques a nuestra institucionalidad. El único gesto, insuficiente a todas luces, es haber tomado algo de distancia de los candidatos que dicen ser creyentes de Dios y el Mercado; puede que lo sean pero no dejan de ser unos ignorantes y vulgares. No sé, haberlo pensado antes de sentarse con esos indecentes para que les firmaran la declaración por la vida, o haber apoyado una plagiadora en su reelección como fiscal general, entre otras cosas. No sé. Si quieren comprender su derrota, véanse al espejo y encontrarán respuestas.
En Anatomía de un instante, Cercas desarrolla el grueso de la novela en las biografías de quienes en el hemiciclo se quedaron de pie contra los golpistas. La sorpresa fue que detrás de ese gesto no estaban precisamente los que llevaban las insignias democráticas del momento. Nosotros tampoco podemos esperar mucho de quienes siguen afincados a un modelo corporativista, los mismos que quizás vean en el “golpe de Estado” a una institucionalidad funcionando como debiese. Las fuerzas democráticas deben articularse contra las antidemocráticas que se encuentran en su punto más débil, una oportunidad única para avanzar en la profundización de una democracia pendiente.