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‘Imaginar futuros posibles en las Américas’
Vaclav Masek
Artículo originalmente publicado en EP Investiga el domingo 9 de junio de 2024.
Con más de 13,000 miembros, LASA se convierte en el principal foro del mundo para la discusión de expertos sobre la región. Cuenta con más de 900 sesiones, incluidas sesiones plenarias y reuniones informales, donde especialistas en América Latina se reúnen anualmente para presentar sus investigaciones y participar en debates intelectuales. Realizado en la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, en Bogotá, el Congreso de LASA es una conferencia importante porque proporciona una plataforma para que académicos, profesionales, artistas y activistas reflexionen sobre las cuestiones críticas que enfrenta la región, como el retroceso democrático, el autoritarismo, la desigualdad, la crisis climática y las formas colectivas de resistencia, así como las estrategias exitosas que llevan al cambio social transformador.
Como todos los años, Guatemala aparece prominentemente a lo largo del programa que supera las quinientas páginas. Mientras el país sigue librando una tensión entre la democracia y el autoritarismo, voces jóvenes—estudiantes egresados, maestrandos y doctorandos—comienzan a mostrar una lectura que combina la esperanza de un futuro más prometedor. En el calendario de su convulsa historia (1524, 1821, 1944, 1954, 1985, 1996, 2015), el reciente año 2023 sigue por determinarse como un punto de inflexión o una excepcionalidad casi mágico-realista.
“Mientras el país sigue librando una tensión entre la democracia y el autoritarismo, voces jóvenes—estudiantes egresados, maestrandos y doctorandos—comienzan a mostrar una lectura que combina la esperanza de un futuro más prometedor.”
Entre las sesiones destacadas se encuentra el panel “Guatemala, 1944 a 2024: ¿La segunda primavera democrática?”, que aborda los recientes acontecimientos políticos con la elección de Bernardo Arévalo. Este panel incluye debates de activistas, académicos y profesionales que reflexionan sobre los desafíos y promesas de restaurar las instituciones democráticas, eliminar la corrupción y mejorar las condiciones de vida de los y las guatemaltecas. La fragilidad estatal, la emergencia de la narcocleptocracia como proceso político, la infatigable lucha por la justicia y la memoria, y el escenario que predice la ciencia respecto al cambio climático dejan un mensaje claro para los y las investigadoras latinoamericanistas: estudiar Guatemala tiene un rol central en la teorización de la democracia, la paz y la sostenibilidad.
En Bogotá tengo el privilegio de moderar una discusión entre académicos, activistas y documentalistas para compartir las estrategias que la data arroja como abordajes para los desafíos ambientales en la región. Las panelistas presentarán sus hallazgos luego de investigaciones extensas en México, Centroamérica y Ecuador. Mi participación como científico socioambiental involucra comprender la interconexión de los movimientos de justicia climática en la región. Durante mi presentación, exploraré el cambiante terreno de resistencia de movimientos contra el extractivismo que han surgido a través de la región para defender el cuerpo-territorio, el agua y los recursos naturales, articulando cómo estos movimientos han sido fundamentales para defender la sostenibilidad ambiental y la justicia social frente a las crecientes amenazas manifestadas por múltiples actores antagonistas.
Nuestro panel, con contribuciones desde la antropología, sociología, geografía, ecología política y el cine documental, presenta datos empíricos—cuantitativos y cualitativos—y productos audiovisuales que reconocen que los desafíos que enfrentan los movimientos de justicia ambiental en América Latina son inmensos. Los obstáculos incluyen una amplia e interconectada lista de factores. La enraizada corrupción gubernamental, la desmedida influencia corporativa y la agobiante falta de recursos son apenas algunos de los que se logran delinear en nuestros limitados estudios. Reflexivamente, los y las panelistas ofrecemos sugerencias prácticas sobre cómo las personas pueden involucrarse en el apoyo a los movimientos de justicia ambiental en la región, ya sea a través del activismo, la investigación con enfoque público o la promoción de iniciativas que visibilicen las luchas de base.
Que la temática de LASA 2024 sea “Imaginar futuros posibles en las Américas” enfatiza la importancia de la colaboración entre campos académicos y la solidaridad entre territorios para abordar interdisciplinariamente las causas estructurales y subyacentes que perpetúan la desigualdad y atentan contra la democracia en nuestra región. Para vislumbrar un devenir más inclusivo y optimista, debemos continuar indagando en lo profundo de nuestras cuestiones latinoamericanas. El punto de partida es hacer preguntas que nos orienten.
Repensar el sistema de justicia a las puertas de la elección de magistrados
José Javier Gálvez
Artículo originalmente publicado en EP Investiga el domingo 19 de mayo de 2024.
Estamos por elegir nuevas autoridades judiciales en un momento en que la confianza en su autoridad está debilitada debido a la incapacidad causada por la corrupción en esas altas esferas. El sistema judicial está siendo dominado por operadores políticos en lugar de por expertos legales comprometidos con su deber. Valga ese contexto para repensar en la legitimidad de estas autoridades, en las instituciones que dirigen y en la justicia que nos deben.
Aunque la cuestión de la elección de Cortes involucra problemas de diseño institucional, antes debemos salvar una distancia que separa a quienes administran la justicia de quienes deberían recibirla.
Dicen quienes saben que el actual problema de las cortes (y del sistema de justicia en general) no es de entrada un problema jurídico, sino uno político. Yo añado: uno de moral política. Para el filósofo del derecho Ronald Dworkin, esto significa considerar “qué debemos todos juntos a los otros como individuos cuando actuamos como esa persona colectiva artificial y en su nombre”. Toda la discusión jurídica y de diseño institucional pierde su sentido si no cuestionamos qué nos deben las cortes, qué nos debe el aparato de justicia como manifestación del estado.
La autoridad de los funcionarios del sistema de justicia no depende únicamente del poder que les da la ley. Es la naturaleza de sus actos la que justifica el ejercicio de esa autoridad. Visto así, ¿es explicable la autoridad de la Corte Suprema de Justicia, del Ministerio Público, de la Corte de Constitucionalidad? ¿Justifican sus actos la autoridad que tienen?
“La autoridad de los funcionarios del sistema de justicia no depende únicamente del poder que les da la ley. Es la naturaleza de sus actos la que justifica el ejercicio de esa autoridad.”
Ahora, al enfrentarnos al monstruo que ha emergido del proceso de elección de cortes, nos vemos obligados a jugar según las reglas establecidas por quienes las han moldeado para mantener sus cuotas de poder. Esta dinámica, descrita por Rachel Sieder como juridificación, implica la estratégica invocación de instrumentos legales y la adopción de discursos y prácticas que simulan legalidad, causando debilidad institucional y un Estado de Derecho altamente disfuncional. Sieder señala (y disfruto mucho de este concepto) que ello ha provocado que las relaciones sociales se vean texturizadas por las reglas formales.
Para decirlo de manera un poco más ortodoxa, todo el tejido social ve dibujada en su vida diaria la estela de un sistema de justicia que no imparte justicia. Desde grandes criminales que salen libres hasta inseguridad diaria, a todas las personas nos hiere ese vacío mucho más de lo que es evidente a primera vista.
La justicia común, que resuelve (si es que lo hace) sobre las relaciones laborales, civiles y comerciales de nuestro día a día, es de por sí deficiente. No digamos inalcanzable para otros tantos millones que no hablan castellano, ni viven en urbes, ni pueden costearse abogados, y que toda su vida ha estado marcada por una ausencia de justicia como lo ha estado para nosotros la ausencia de nieve o de auroras boreales. Es casi un mito, algo que existe, pero está muy lejos y es para otros.
Si trazamos una línea desde esos niveles hacia la cúspide de la justicia, observamos una relación que indica que la violenta desarticulación a la que ha sido sometida es propiciada por sus administradores. Ellos han abierto las puertas de par en par, han cerrado los ojos mientras otros hacen y deshacen el país a su gusto y, sobre todo, a costa del resto. Cuando pensamos desde la moral política en la deuda histórica que las autoridades de justicia tienen con este país, el saldo es tan negativo que no hay absolutamente nada que justifique que las cosas se sigan haciendo como se hacen.
“Si trazamos una línea desde esos niveles hacia la cúspide de la justicia, observamos una relación que indica que la violenta desarticulación a la que ha sido sometida es propiciada por sus administradores.”
La titánica tarea de transformación empieza ahora y nos convoca a mucho más que observar con pasiva esperanza. El estado de las cosas, como quedó visto el año pasado, nos exige una actitud bastante más aguerrida, con esa idea en la cabeza de que nos han robado algo que nos pertenece, y es el futuro. Y que cuando ese futuro llegue, será demasiado tarde para recuperarlo. Esa sí es la primera piedra para diseñar mejores instituciones, para imaginar otros futuros posibles.