Plumazos del domingo 12 de noviembre de 2023
Apuntes de política e historia de Mateo Echeverría y Javier Calderón Abullarade.
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Emergencia decolonial
Mateo Echeverría
“El «diálogo» iniciará cuando deje de imponerse el «monólogo» de una única civilización, la occidental”. Walter Mignolo
Escribo que la democracia está en riesgo y sé que gasté una línea en una perogrullada. Con éstos golpistas entendí mejor la banalidad del mal a la que hace referencia Hanna Arendt, porque son ineptos y mediocres, pero también porque son parte de un engranaje en el que muchos están jugando. Como lo indican otros reportes, la IDEA Internacional registra un debilitamiento democrático en el mundo, con el aspecto positivo – la virtud que nace de la necesidad – de que la participación cívica ha aumentado, la ciudadanía ha entrado a batear. El reporte reserva un espacio para Guatemala cuya amenaza democrática se ha tropezado con una ciudadanía vigorosa, gracias al liderazgo ancestral. Las formas de democracia directa o comunitaria han sostenido la representatividad institucional.
En un evento reciente, Alfredo Ortega afirmaba que no era exagerado decir que estamos frente a un golpe de Estado en curso. Su experiencia defendiendo opositores en Nicaragua y Venezuela le enseñó que tenemos poca capacidad de anticipar los peores escenarios. Como con el Covid-19, vamos a destiempo y un presente que no contempla los futuros en construcción, es uno ciego. Los golpistas no se irán por las buenas, no solo porque tienen esqueletos en su clóset, sino porque, como Branko Milanovic escribe en There is no exit for dictators lo que quieren es seguir acumulando más poder.
Entre los futuros que se están construyendo surge la posibilidad de un paradigma decolonial que, parafraseando a Catherine Walsh, busca visibilizar, abrir y avanzar hacia perspectivas y posibilidades que fueron negadas por la racionalidad occidental, sean éstas de pensamiento y existencia.
En octubre pasado, resaltó el protagonismo de los pueblos originarios, maneras distintas de ser, saber y hacer que alumbraron el camino. Sin embargo, éste no es un nuevo protagonismo, lo sería desde la arrogancia del punto cero en palabras de Castro-Gómez, es decir, desde la perspectiva urbana que se cree a sí misma central o neutral, epicentro desde donde se ve (o se ignora) la periferia. En ese sentido, reconocer su agencia histórica desde una posición de igualdad que prescinde de jerarquizaciones y dicotomías como centro/periferia, son algunas tareas pendientes para un futuro distinto.
En ese sendero crece la convicción de que ésta “finca” desigual será diferente hasta que incorporemos otros modos de comprensión; de ser, pensar y hacer, como lo es el de algunas comunidades que hoy lideran la defensa de nuestro sistema democrático. Esto implicaría avanzar del resistir al re-existir como diría Catherine Walsh. Nuestro modelo, al menos el corporativista de derechas, está agotado desde hace tiempo. Las innovaciones vendrán más y mejor si se alejan del camino de la mismidad; ser más de lo mismo.
“En ese sendero crece la convicción de que ésta “finca” desigual será diferente hasta que incorporemos otros modos de comprensión; de ser, pensar y hacer, como lo es el de algunas comunidades que hoy lideran la defensa de nuestro sistema democrático.”
En octubre recién pasado, quedó expuesta, una vez más, la degradación moral e ineficiencia de nuestras instituciones occidentales y personas de derecha conservadora. En cambio, las acciones de comunidades indígenas develaron enfáticamente que una política diferente es posible. Nicté López y Luz Emilia Ulario, alcaldesas indígena de Sololá, así como muchas(os) más, han abierto la puerta a esa otra posibilidad (ver podcast TangenteGt).
Gadamer expone en Verdad y método que en cualquier ejercicio de comprensión se da un encuentro entre una realidad interpretada y un intérprete cuyo bagaje anterior –prejuicios y saberes previos – son inevitables. En la re-lectura del octubre pasado pueden surgir posibilidades de acción para dar el salto del resistir al re-existir. Sobre todo, en un país en donde el racismo forma parte del currículum escrito y no escrito, la tarea de llegar y acercarse al texto es impostergable, un encuentro de horizontes en el que se juega la posibilidad de reducir distancias.
Un clásico ejemplo que continúa operando en nuestras cabezas, a pesar de la evidencia contraria, es la dicotomía entre la “civilización” como lo moderno/occidental y la “barbarie” como lo primitivo/no-occidental. La experiencia y la historia nos dice otra cosa, al menos lo complejiza un poco más, pero éste octubre tuvimos tantos ejemplos que nos muestran todos los “inhumanos y bárbaros” que están entre los “modernos” mientras que los “civilizados” que caminan con esperanza y dignidad entre las comunidades indígenas. Toda persona que busque un cambio que inicie cuestionando sus propios esquemas mentales para “activamente abrazar otras maneras de pensar, luchar, y existir,” como dijo Arturo Escobar.
Desde las reflexiones de Gadamer, insistimos, las preconcepciones son inevitables, por lo que son necesarias asumirlas y actualizarlas. Toda comprensión es provisional lo cual requiere una revisión crítica de lo propio. Es momento de un diálogo intercultural con otras maneras de ser, pensar y hacer política que han mostrado ser superiores, un diálogo en el que escuchamos, atendemos y aprendemos. Pues, como Mignolo escribió, “el «diálogo» se iniciará cuando deje de imponerse el «monólogo» de una única civilización: la occidental”.
A Brand New World: El fin de la tercera humanidad
Javier Calderón Abullarade
Por un breve instante, los grandes genios del imperio más grande que ha visto el mundo pensaron que habían llegado al fin de la historia.
El fin de la Tercera Era de la Humanidad, la Era de la Industrialización, la Era de los Extremos, terminó con un regalo de Navidad; el 25 de diciembre de 1991 la bandera roja de sangre del Gran Imperio Soviético ondeó por última vez sobre el Kremlin. La orgía de sangre y fuego que se inició con la Revolución Mexicana, el 20 de noviembre de 1910, y que terminó en con la caída de la Unión Soviética en 1991. En la Tercera era las grandes religiones seculares racionalistas de Occidente, el socialismo comunista y el capitalismo liberal, lucharon entre ellas y en contra de una reacción que nació de las entrañas de la Humanidad y de su miedo absoluto a reconocerse parte de una comunidad mundial de iguales: el nacionalismo irracional y sus múltiples variantes populistas. Pero, el imperialismo nacionalista alemán, con su sociedad ordenada alrededor del principio de la pureza racial y de los campos de concentración como símbolo y tecnología principal de mantener el orden social; y el imperialismo Soviético, ordenada alrededor de la dictadura absoluta de sus líderes políticos y de las fábricas (zabod) y granjas colectivas (kolkhoz) y estatales (sovkhoz) como mecanismos de control de la mano de obra forzada; perdieron la batalla en contra de los Estados Unidos América y del mundo Occidental. Fue así como Francis Fukuyama declaró en 1992 el Fin de la Historia.
Pero el ataque a las Torres Gemelas en el Centro de Negocios Mundial de Nueva York por un grupo de islamistas wahabitas radicales, posiblemente financiados por miembros de la familia real saudí, rompió la ilusión de que la “Carga del Hombre Blanco”, que su tarea civilizatoria mundial, había llegado a su fin. Y ello tan sólo un año después de que muchos profetizaran otro Fin de los Tiempos con la autodestrucción del mundo digital, el Y2K, que sí terminó con la implosión de la burbuja financiera de las dot.coms, pero que no terminó con el mundo, sino que también contribuyó al principio de la Cuarta Era de la Humanidad, la Era de las Máquinas, la Era Digital.
Pero, ¿por qué de la Pax Americana fue solo un suspiro de 10 años? ¿Por qué la nación más grande en toda la historia de la Humanidad no fue capaz de detener el fin de los tiempos? ¿Por qué el ejército, la economía, la diplomacia y el poder cultural más grande en la historia del planeta no fue capaz de detener el Tiempo? Irónicamente una parte importante de la respuesta la tuvo un ruso; Alexander Solzhenitsyn aplicó su experiencia en la Rusia Soviética para decir que el socialismo comunista terminó, pero no así los males que esta religión sin dios trató de solucionar: el poder social y económico desmedido y descontrolado que abusa de los demás.
Además, la gente ordinaria, los del día a día, los hombrecitos, los que no tienen historias que contar, los conformistas, también comenzaron una vertiginosa era de cambios. Poco a poco la estructura de poder cambió. El fin de la Era Industrial, de la Edad de los Gremios, de los Carteles, de las Corporaciones, de los Sindicatos, también fue el resultado de la Era de los Jóvenes. Los Años Dorados de los Estados Unidos y de gran parte del mundo, con sus amas de casa aburridas, sus hombres con trabajo seguro en las industrias y con sus sociedades conformes con el desarrollo económico que siguió a la Gran Guerra Mundial, de pronto se vio amenazada por sus hijos. Pero lejos de ser un omnipotente Zeus, las sociedades Occidentales se vieron amenazadas por cientos de miles de titanes jóvenes, que no tenían interés en hacer otra revolución y tomar el poder, sino sólo romper con el control jupiteriano de sus padres. Las “revoluciones” estudiantiles del ‘68, al igual que sus hijas, tuvieron como su gran pensador a Michel Foucault con su crítica al papel de los expertos, de los iluminados racionales modernos y de sus mecanismos de disciplina interna, externa e individualista, al biopoder. Otro pensador no pudo haber ocupado su lugar, porque sólo el expresaba lo que sentían las muchedumbres de universitarios de clase media que habían crecido y que siguen creciendo, como resultado del éxito material del mundo capitalista.
“La gente ordinaria, los del día a día, los hombrecitos, los que no tienen historias que contar, los conformistas, también comenzaron una vertiginosa era de cambios. Poco a poco la estructura de poder cambió.”
Pero el objetivo de estos nuevos titanes no es destruir el mundo antiguo, el del capitalismo de la razón. Esta es la Era de los Jóvenes, su objetivo no es cambiar el sistema o la estructura de poder, sino solo hacerla más permisiva, menos tiránica. Ya nadie quiere que regrese Stalin, pero tampoco Pinochet, Bukele es una aberración mundial solamente por la incapacidad de su sociedad de mantener a raya las pasiones de sus hombrecitos. Más bien, la Era de los Jóvenes se ha caracterizado por la libertad de hacer lo que les dé la gana, de definirse como quieran, de hacer lo que quieran y de la forma que quieran. Esta es la Era de la Identidad, no la de la Gran Marcha ni la del Sentido de la Vida, esta es la Era de la Pubertad.