Plumazos del domingo 1 de octubre de 2023
Apuntes de historia y justicia de Javier Calderón y José Gálvez.
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Perdido como en el meme de Pulp Fiction
Javier Calderón
Sentí un miedo profundo cuando vi la publicidad de Hotel Rwanda, en 2006. Fue la primera película dramática basada en una historia real que no fui a ver al cine. Pensé que no iba a soportar ver a niños sufrir y que emocionalmente no iba a poder de diferenciar la fantasía del cine de la tristeza real de mi corazón. Me he vuelto débil, no sé por qué; no me gusta. Lloro con facilidad cuando veo niños, mujeres y hombres sufrir. Por eso la invasión de Ucrania se ha vuelto para mi algo tan personal, porque es la expresión máxima de como un pequeño grupo de hombres frustrados han usado al gobierno ruso abusivamente para mantener su fantasía de poder, riquezas y prestigio obligando a su población y a la de Ucrania a sufrir los peores horrores de la guerra. ¿Les parece la historia conocida? Por eso todavía me impresiona y ofende que haiga en Guatemala personas que todavía se decantan por un gobierno como el de Putin, en donde un macho fuerte como Pinochet parece imponer un orden rápido y efectivo sobre aquellos a quienes desprecian.
Pero poco a poco me cansé del maniqueísmo que nos tiene a los guatemaltecos constantemente a la defensiva de unos con otros. Me frustré de encontrar pocos colegas con quienes tener conversaciones académicas y profesionales. Me desesperé de mi propia indignación por que compararan mi conocimiento profesional con el de quienes se dedican a vender chicles en la televisión o con el de quienes creen que porque tienen micrófono en la boca tienen también la verdad en la punta de la lengua. El conocimiento verdadero es trabajoso y costos de producir. Producir conocimiento no es un proceso industrial en el que yo tengo un molde predeterminado para sacar un producto estandarizado y a su medida y rápidamente. El conocimiento verdadero implica tener un método para recabar cientos o miles de datos, a veces dispares, y procesarlos por medio de otras herramientas metodológicas y de teorías, que permitan encontrar las relaciones lógicas y empíricamente verdaderas de causa y efecto entro todos esos datos…y, además, hay que saber contar una buena historia con toda esa información. Les prometo que, si quieren tener un conocimiento sólido y confiable de mi parte, no me voy a tardar dos semanas en el proceso de crearlo.
En todo caso, ahora estoy tratando de consolidar una vida nueva, en un país nuevo y con una profesión nueva. No es fácil; cuando tenía 23 años y cero responsabilidades me podía equivocar, pero ahora tengo 40 años, menos tiempo de vida productiva y más responsabilidades. No me puedo equivocar y no lo estoy haciendo. Tal vez entré tarde en la arena de la historia y la academia de mi país anfitrión, pero tengo la experiencia profesional y un poco más de madurez emocional para tratar de no quemar mis barcos, de construir puentes y de enfocar mis estudios hacia lo que quiero.
Y en buscando ese enfoque, hace unos pocos días me di cuenta de que mi deseo es trabajar profesionalmente por un mundo más justo; presente y futuro. No es ni la libertad, ni la igualdad, ni la riqueza, ni la estabilidad política, ni la tolerancia ni el respeto racial y religioso lo más importante. Esos son medios para crear equilibrios sociales más justos y tomarlos como axiomas, doctrinas o religiones solo les resta valor en el tiempo y los convierte en herramientas inflexibles que cada vez más se tienen que implementar por medio de la fuerza y no de la persuasión.
Por otra parte, aunque todavía no sé qué es la justicia, tengo claro cómo se ve la injusticia: Violar a jovencitas ucranianas; bombardear niños; usar a las fuerzas de seguridad para negarles el futuro a los jóvenes; mantener sistemas sociales, políticos y económicos excluyentes y con favoritismos transados bajo la mesa; destruir la democracia para mantener la corrupción; fomentar el radicalismo racial, político, económico o religioso; no trabajar por crear mejores condiciones para quienes están peor que nosotros, todo eso no es justicia.
Por último, les escribo esta reflexión personal porque no se de qué más escribir; ya tengo unos meses así, desde que cerró elPeriódico. No sé a quien le estoy escribiendo, no sé cómo escribía antes les gusta, ya no hay ningún noticiero escrito en Guatemala al que le tenga confianza o del que yo crea que puedo obtener la información que necesito. No sé si ustedes son empresarios que quieren información para tomar decisiones, o si son profesionales liberales que como yo quieren cambiar al mundo, no sé si son estudiantes de universidad que quieren tener análisis que les ayuden a comprender Guatemala y el mundo, no lo sé. Estoy un poco perdido con esto. En todo caso, lejos de seguir escribiendo sobre cosas que resuenan en mi cabeza, pero no sé si en las suyas también, prefiero que por favor me escriban a javi.abullarade@gmail.com para saber quiénes son o qué les gustaría leer o que piensan de mis columnas. De poco sirve mi trabajo si estoy cegado por el amor a mis propias palabras. Amigos, amigas, feliz día.
P.S. Si creen que ven un arcaísmo entre mis palabras, no lo están viendo; así hablamos todavía en Guatemala y nunca he votado por los miembros de la Real Academia de la Lengua Española para que definan como uso mis palabras.
Fallas de Mercado, Inversión Extranjera y Desarrollo Económico
José Gálvez
La inversión extranjera representa nuevas fuentes de capital para nuestra economía. Esta inversión brinda nuevas alternativas para la generación de empleo e incentiva la transferencia de tecnología si se hace correctamente. Sin embargo, en las últimas décadas, fuera de conducirnos hacia el desarrollo y mejorar nuestra productividad, la inversión extranjera ha contribuido a ahondar las fallas de mercado en nuestra economía. Por falla de mercado entendemos aquellas situaciones en las que los mercados proveen o asignan recursos de forma ineficiente o injusta. Las fallas de mercado más comunes son los monopolios y oligopolios; las externalidades como la contaminación del medio ambiente, la falta de provisión de bienes y servicios públicos a la población; así como los actos de estafas y corrupción, producto de información asimétrica en transacciones: cuando un agente tiene más información sobre su comportamiento a futuro y, por ende, puede engañar a otro. Generalmente, estas fallas surgen debido a diferencias intrínsecas entre tipos de bienes, transacciones, agentes económicos y estructuras de mercado. Por ejemplo, existen diferencias conceptuales importantes entre bienes públicos y bienes privados en materia de su exclusividad y potencial escasez. Estas diferencias impactan su provisión. Y, aunque conocemos la naturaleza de estas fallas de mercado, poco hablamos sobre cómo operan, la frecuencia y extensión con que mantienen a economías enteras en el subdesarrollo y sobre cómo corregirlas. Por eso, estas fallas siguen siendo aprovechadas por grupos acaparadores, incluso dentro del contexto de la inversión extranjera.
“Aunque conocemos la naturaleza de estas fallas de mercado, poco hablamos sobre cómo operan, la frecuencia y extensión con que mantienen a economías enteras en el subdesarrollo y sobre cómo corregirlas. Por eso, estas fallas siguen siendo aprovechadas por grupos acaparadores, incluso dentro del contexto de la inversión extranjera.”
Esto nos obliga a repensar nuestra política de atracción de inversión extranjera de forma inversa: en lugar de seguir empleando narrativas difusas que pretenden vendernos como una economía con condiciones favorables para los posibles inversionistas, debiéramos corregir las abundantes fallas de mercado bajo las que operamos. Esto nos permitiría atraer inversiones de manera orgánica y sincera. De no ser así y si continuamos presumiendo las falsas fortalezas de nuestra economía para atraer a cualquier tipo de inversión, sólo profundizaremos nuestros problemas de desarrollo. Hoy se pretende que la inversión extranjera distribuirá la riqueza a otros niveles de la economía, ignorando que esto es imposible si solo se canaliza a través de sectores que históricamente se han enriquecido gracias a la perpetuación de fallas de mercado. De tal cuenta, cualquier promesa de progreso que se proponga a través de la inversión extranjera mal dirigida es una utopía.
Nuestras grandes fallas de mercado no sólo ahuyentan el tipo de inversión extranjera que nos conviene. Además, nos exponen a atraer inversiones de pobre calidad como empresas extractivas, generadoras de empleos de mala calidad, cómplices de monopolios locales que incrementarán los problemas principales de nuestro subdesarrollo. También, estas inversiones eximen de responsabilidad a los capitalistas domésticos que se benefician de las fallas de mercado y que esperan que sean los actores internacionales quienes inviertan y arriesguen su dinero productivamente por ellos. En el mejor de los casos, los incentivos de los capitalistas domésticos serán dirigidos a invertir más en bienes de lujo y capital inmueble poco productivo. En el peor caso, comprarán influencias y cabildearán para incrementar las barreras de entrada a nuevos competidores, entre otras medidas, a modo de continuar protegiendo sus privilegios.
Debemos buscar inversiones que le hagan competencia a los agentes económicos locales que desean perpetuar fallas de mercado. Por ejemplo, en presencia de un monopolio en la economía, debiésemos atraer inversiones que ofrezcan substitutos a sus productos, eliminando cualquier tipo de barrera de entrada e incentivando una libre competencia en beneficio del consumidor y el trabajador, impulsando la innovación y la tecnificación. Debemos crear leyes efectivas en contra de los viejos y nuevos monopolios, atraer a compañías que promuevan la internalización de externalidades negativas, y atraer proyectos que provean bienes públicos de manera adecuada. Debemos atraer empresas que estén dispuestas a generar desarrollo tangible en el país, apegadas a hacer negocios bajo el cumplimiento de la ley, con contratos completos y transparentes, respetando estándares internacionales en materias de sostenibilidad y respeto a los derechos humanos. En resumen, la inversión extranjera que no contribuya a corregir fallas de mercado existentes debiese ser rechazada o entendida como perniciosa para el resto de los sectores sociales.
“En resumen, la inversión extranjera que no contribuya a corregir fallas de mercado existentes debiese ser rechazada o entendida como perniciosa para el resto de los sectores sociales.”
Necesitamos cambiar de estrategia y comprender que mientras no corrijamos fallas de mercado, cualquier inversión será atraída por mentiras de que tenemos una economía justa y, tarde o temprano, se marchará a otro país en búsqueda de mercados más sanos. Para comprender mejor los daños producidos por fallas de mercado y generar propuestas de cómo corregirles, podríamos instituir una organización público-privada que se encargue de estudiar estos problemas económicos de forma técnica y objetiva. Una economía con mercados más competitivos, eficientes, y un estado con mayor institucionalidad son el tipo de características que harán de la atracción de inversión extranjera una tarea menos compleja y más sincera. Hoy queremos hacernos los valientes tratando de defender lo indefensible: que esta economía le conviene a empresas internacionales cuando en realidad está plagada de corrupción, monopolios, pésima infraestructura y una fuerza laboral poco productiva. El éxito genuino en atraer inversiones extranjeras debe estar sustentado en vender a nuestro país como realmente es. Debemos rechazar el positivismo tóxico que niega nuestros defectos, más continuar trabajando por corregirles.