Perdido como en el meme de Pulp Fiction
Javier Calderón realiza una reflexión sobre su vida profesional y la historia contemporánea.
Sentí un miedo profundo cuando vi la publicidad de Hotel Rwanda en 2006. Fue la primera película dramática basada en una historia real que no fui a ver al cine. Pensé que no iba a soportar ver a niños sufrir y que emocionalmente no iba a poder de diferenciar la fantasía del cine de la tristeza real de mi corazón. Me he vuelto débil, no sé por qué; no me gusta. Lloro con facilidad cuando veo niños, mujeres y hombres sufrir. Por eso la invasión de Ucrania se ha vuelto para mi algo tan personal, porque es la expresión máxima de como un pequeño grupo de hombres frustrados han usado al gobierno ruso abusivamente para mantener su fantasía de poder, riquezas y prestigio obligando a su población y a la de Ucrania a sufrir los peores horrores de la guerra. ¿Les parece la historia conocida? Por eso todavía me impresiona y ofende que haiga en Guatemala personas que todavía se decantan por un gobierno como el de Putin, en donde un macho fuerte como Pinochet parece imponer un orden rápido y efectivo sobre aquellos a quienes desprecian.
Pero poco a poco me cansé del maniqueísmo que nos tiene a los guatemaltecos constantemente a la defensiva de unos con otros. Me frustré de encontrar pocos colegas con quienes tener conversaciones académicas y profesionales. Me desesperé de mi propia indignación por que compararan mi conocimiento profesional con el de quienes se dedican a vender chicles en la televisión o con el de quienes creen que porque tienen micrófono en la boca tienen también la verdad en la punta de la lengua. El conocimiento verdadero es trabajoso y costos de producir. Producir conocimiento no es un proceso industrial en el que yo tengo un molde predeterminado para sacar un producto estandarizado y a su medida y rápidamente. El conocimiento verdadero implica tener un método para recabar cientos o miles de datos, a veces dispares, y procesarlos por medio de otras herramientas metodológicas y de teorías, que permitan encontrar las relaciones lógicas y empíricamente verdaderas de causa y efecto entro todos esos datos…y, además, hay que saber contar una buena historia con toda esa información. Les prometo que, si quieren tener un conocimiento sólido y confiable de mi parte, no me voy a tardar dos semanas en el proceso de crearlo.
En todo caso, ahora estoy tratando de consolidar una vida nueva, en un país nuevo y con una profesión nueva. No es fácil; cuando tenía 23 años y cero responsabilidades me podía equivocar, pero ahora tengo 40 años, menos tiempo de vida productiva y más responsabilidades. No me puedo equivocar y no lo estoy haciendo. Tal vez entré tarde en la arena de la historia y la academia de mi país anfitrión, pero tengo la experiencia profesional y un poco más de madurez emocional para tratar de no quemar mis barcos, de construir puentes y de enfocar mis estudios hacia lo que quiero.
Y en buscando ese enfoque, hace unos pocos días me di cuenta de que mi deseo es trabajar profesionalmente por un mundo más justo; presente y futuro. No es ni la libertad, ni la igualdad, ni la riqueza, ni la estabilidad política, ni la tolerancia ni el respeto racial y religioso lo más importante. Esos son medios para crear equilibrios sociales más justos y tomarlos como axiomas, doctrinas o religiones solo les resta valor en el tiempo y los convierte en herramientas inflexibles que cada vez más se tienen que implementar por medio de la fuerza y no de la persuasión.
Por otra parte, aunque todavía no sé qué es la justicia, tengo claro cómo se ve la injusticia: Violar a jovencitas ucranianas; bombardear niños; usar a las fuerzas de seguridad para negarles el futuro a los jóvenes; mantener sistemas sociales, políticos y económicos excluyentes y con favoritismos transados bajo la mesa; destruir la democracia para mantener la corrupción; fomentar el radicalismo racial, político, económico o religioso; no trabajar por crear mejores condiciones para quienes están peor que nosotros, todo eso no es justicia.
Por último, les escribo esta reflexión personal porque no se de qué más escribir; ya tengo unos meses así, desde que cerró elPeriódico. No sé a quien le estoy escribiendo, no sé cómo escribía antes les gusta, ya no hay ningún noticiero escrito en Guatemala al que le tenga confianza o del que yo crea que puedo obtener la información que necesito. No sé si ustedes son empresarios que quieren información para tomar decisiones, o si son profesionales liberales que como yo quieren cambiar al mundo, no sé si son estudiantes de universidad que quieren tener análisis que les ayuden a comprender Guatemala y el mundo, no lo sé. Estoy un poco perdido con esto. En todo caso, lejos de seguir escribiendo sobre cosas que resuenan en mi cabeza, pero no sé si en las suyas también, prefiero que por favor me escriban a javi.abullarade@gmail.com para saber quiénes son o qué les gustaría leer o que piensan de mis columnas. De poco sirve mi trabajo si estoy cegado por el amor a mis propias palabras. Amigos, amigas, feliz día.
P.S. Si creen que ven un arcaísmo entre mis palabras, no lo están viendo; así hablamos todavía en Guatemala y nunca he votado por los miembros de la Real Academia de la Lengua Española para que definan como uso mis palabras.