Mantenimiento de la infraestructura vial
Hugo Maúl acerca del inicio del camino hacia el progreso.
Si un alienígena hubiera estado de visita en Guatemala durante el último mes, sin saber en qué consisten los bloqueos carreteros como medida de presión al poder político (porque en su planeta no existen este tipo de libertades) y sin entender en qué consiste el deterioro de la infraestructura vial (porque en su planeta se transportan en autos voladores, como los de Los Supersónicos), no sabría cómo distinguir los efectos sobre la movilización de mercancías y personas en el país de un bloqueo o un hundimiento de una carretera. Observacionalmente, las consecuencias de ambos fenómenos son exactamente las mismas en lo que concierne a su impacto económico; desgaste de la legitimidad de quienes ejercen el poder político; y consecuencias sociales. La única diferencia significativa que podría reportar el alienígena es que los bloqueos se levantaron pero las carreteras deterioradas siguen ahí.
Resulta paradójico que mientras muchos se quejan de las consecuencias de los bloqueos, aceptan estoicamente todos los problemas que provoca el deterioro de la infraestructura vial en el país. Los accidentes, retrasos, hundimientos, derrumbes, destrucción de puentes, vías anegadas, obras mal ejecutadas, basura, baches y grietas, entre otros, se aceptan como cuestiones normales. Sin embargo, tal tipo de deterioro en carreteras, camino y calles causan profundo impacto económico negativo a amplios sectores de la población, por prolongados períodos de tiempo y afectan el normal funcionamiento de la economía y perturban fuertemente la dinámica familiar de millones de personas. Así como sucede en este mismo momento en las inmediaciones de Villa Nueva a causa del colapso de los drenajes y posteriores hundimientos en la CA-9 Sur, a la altura del cruce del Río Platanitos; o a inmediaciones de la Zona 5, 15 y 16 en la Ciudad de Guatemala, por un problema similar en el Boulevard Lourdes.
En un país en donde la onda expansiva de la corrupción arrasa todo cuanto encuentra a su paso, y hace especial crisis en todo lo que se relaciona con la construcción de infraestructura vial, el público, indignado y desencantado exige poner fin a este estado de cosas. Sin embargo, poca o ninguna atención se pone a un enfoque alternativo y complementario: priorizar la preservación y el mantenimiento de las carreteras y caminos ya existentes. A diferencia de la compleja orquestación que implica la construcción de nuevas carreteras, brindar un adecuado mantenimiento a la infraestructura ya existente puede ser un asunto más simple, transparente y fácil de fiscalizar. El tipo de trabajos necesarios son evidentes; la planificación y los materiales son mucho más simples y accesibles que los que demandan las grandes obras de infraestructura; y la supervisión de los trabajos más sencilla y rápida.
Los proyectos de construcción de nueva infraestructura vial involucran una intrincada coreografía de fases, planificación, adquisiciones, acuerdos contractuales, y modificaciones que resultan ser campo fértil para la corrupción. El mantenimiento de la infraestructura vial, bien manejado, en contraste, ofrece menos puntos de entrada para malas prácticas, reduciendo el espacio para la corrupción. En la lucha contra la corrupción, el mantenimiento es una “low hanging fruit” (la fruta más fácil de conseguir). Aunque los nuevos proyectos carreteros son vitales para el desarrollo, no deben eclipsar la importancia de dar un mantenimiento adecuado a la infraestructura vial existente. Descuidar las carreteras que ya existen abre la puerta a su deterioro y a todos los problemas que esto acarrea consigo: accidentes de tránsito; cortes en la circulación; aumento en los costos de transporte; deterioro del parque vehicular; etcétera.
Por otro lado, proyectos de mantenimiento de la infraestructura vial brindan resultados inmediatos y tangibles. Rellenar un bache, limpiar las cunetas de una carretera, mantener limpios los hombros y arriates de las carreteras con acciones difíciles ocultar y sus resultados están a la vista de todos. Cuestión que facilita la vigilancia ciudadana y la auditoría social de los trabajos asociados con mantener la infraestructura vial en buen estado. Además, desde una perspectiva financiera, el mantenimiento es, generalmente menos costoso que la construcción, y por tanto menos atractivo para quienes están interesados en la corrupción a gran escala. Además, el costo de reparar infraestructura deteriorada en el futuro es mucho mayor que lo que se requiere ahora para su adecuado mantenimiento.
“El costo de reparar una infraestructura descuidada en el futuro es mucho mayor que la inversión necesaria para su mantenimiento regular hoy.”
Descuidar el mantenimiento conlleva una sinfonía de amenazas y problemas que tienen repercusiones sociales, económicas y de seguridad insospechadas. Las carreteras descuidadas multiplican los peligros de accidentes, lesiones, delincuencia y, trágicamente, pérdida de vidas, no se diga cuantiosos costos económicos: fletes y pasajes más caros; mayores tiempos de traslado; embotellamientos; desgaste de los vehículos; mayor consumo de combustibles; pérdida de negocios y empleos en el turismo; contaminación; y menor valor de las propiedades. No obstante, en el gran escenario de la política nacional, la construcción de nuevas autopistas, carreteras y caminos rurales se roba el protagonismo en materia de infraestructura vial. Los proyectos de construcción son glamurosos y representan un símbolo de ambición y progreso. La penumbra y anonimato de actividades como la limpieza y reparación de la vía, mantenimiento de drenajes primarios y secundarios, eliminación de maleza en las orillas de la carretera, no despierta el mismo tipo de interés y apetito de inversionistas, empresarios y funcionarios públicos. El arte del mantenimiento es un aspecto más sutil y menos celebrado que todos los esfuerzos que se hacen en materia de infraestructura vial, pero tiene una inmensa importancia para el tipo de problemas recurrentes que afectan a la infraestructura vial del país.