La reacción a las reacciones: elecciones, narrativas y malos perdedores
José Gálvez sobre los resultados de las votaciones recientes en el país.
Como indicó una ex-magistrada, “continúan habiendo perdedores que acusan de chanchullo al sistema cuando el resultado no les favorece.” Los resultados de las votaciones recientes en el país indican que existe una gran frustración con el liderazgo actual y con el sistema que le alimenta. También queda clara la desilusión de la mayoría sobre la falta de un cambio de visión, ya que urgen nuevos planteamientos estratégicos para conducirnos al desarrollo. Ninguna de las opciones electas será ideal, ni resolverá todos los problemas que se han venido cocinando por siglos, pero al menos respetan lo que para muchos es el último bastión de juego limpio en nuestra política descalabrada: la democracia. Los mismos de siempre, le apuestan otra vez a perpetuar estructuras disfuncionales de las que evidentemente dependen. La amenaza al entorno y al estilo de vida de aquellos que se benefician del sistema actual es palpable. Ya nadie les cree y sienten que el cambio les toca la puerta como si fuese la muerte.
La narrativa de los perdedores sobre los resultados fue aburrida y cansina: ansiosa, pesimista e innecesariamente catastrófica. Buscó contagiar su miedo al cambio. Un marco de pensamiento que puede ayudar a aclarar sus mensajes fue propuesto por el economista Albert Hirschman a principios de los años noventas. Hirschman indica que, ante cambios progresivos, la guardia conservadora basará su retórica ideológica en tres tipos de reacción: todo cambio es perverso, compromete logros ya alcanzados o es simplemente inútil. Los días siguientes a las elecciones, abundaron instigaciones regidas bajo esta lógica. Por ejemplo, se popularizó de nuevo el dicharacho “nos convertiremos en otra Venezuela/Cuba/Nicaragua”. Irónicamente, son los mismos que no desean un cambio al sistema actual quienes nos conducen a convertirnos en una sociedad con menos libertades: desde perpetuar sistemas corruptos que trabajan para pocos, hasta limitar la libertad de expresión. Harán lo que sea por instrumentalizar instituciones a su favor, bajo el erróneo mantra de “si no favorece mi patrimonio particular, la calidad de lo público no es de mi interés.” Mientras tanto, todos pagamos las consecuencias de sus malas prácticas.
Para los perdedores, los resultados también comprometen el orden económico y político que han perpetuado. Vale recordar que este orden es una forma de organización social clientelista e injusta, pero sobre todo poco estratégica e ineficiente. Es evidente que el modelo actual se compone de sistemas poco meritocráticos que priorizan a la obediencia sobre la productividad, la corrupción sobre la transparencia y la censura sobre la verdad. Hoy existen alternativas moderadas, justas y honestas de provisión y organización que los perdedores no aceptan porque no protegen sus privilegios. Estas alternativas incluyen un estado renovado con institucionalidad, más conocimiento técnico y mayor transparencia. Los perdedores amenazan que, si nuevas propuestas llegan al poder, simplemente fallarán: que la búsqueda por un cambio es inútil y que nadie colaborará con otro tipo de líderes. En lugar de construir armonización, los perdedores buscan el atrincheramiento paralizador a modo de convertir nuevas ideas en esfuerzos estáticos y muertos. El uso de este tipo de fachadas argumentativas esconde una negación a la realidad.
Excelente contenido. Me ayuda para explicarle la coyuntura guatemalteca a mi novia que es de USA.