Fallas de Mercado, Inversión Extranjera y Desarrollo Económico
José Gálvez sobre los monopolios, oligopolios y las externalidades de mercado.
La inversión extranjera representa nuevas fuentes de capital para nuestra economía. Esta inversión brinda nuevas alternativas para la generación de empleo e incentiva la transferencia de tecnología si se hace correctamente. Sin embargo, en las últimas décadas, fuera de conducirnos hacia el desarrollo y mejorar nuestra productividad, la inversión extranjera ha contribuido a ahondar las fallas de mercado en nuestra economía. Por falla de mercado entendemos aquellas situaciones en las que los mercados proveen o asignan recursos de forma ineficiente o injusta. Las fallas de mercado más comunes son los monopolios y oligopolios; las externalidades como la contaminación del medio ambiente, la falta de provisión de bienes y servicios públicos a la población; así como los actos de estafas y corrupción, producto de información asimétrica en transacciones: cuando un agente tiene más información sobre su comportamiento a futuro y, por ende, puede engañar a otro. Generalmente, estas fallas surgen debido a diferencias intrínsecas entre tipos de bienes, transacciones, agentes económicos y estructuras de mercado. Por ejemplo, existen diferencias conceptuales importantes entre bienes públicos y bienes privados en materia de su exclusividad y potencial escasez. Estas diferencias impactan su provisión. Y, aunque conocemos la naturaleza de estas fallas de mercado, poco hablamos sobre cómo operan, la frecuencia y extensión con que mantienen a economías enteras en el subdesarrollo y sobre cómo corregirlas. Por eso, estas fallas siguen siendo aprovechadas por grupos acaparadores, incluso dentro del contexto de la inversión extranjera.
“Aunque conocemos la naturaleza de estas fallas de mercado, poco hablamos sobre cómo operan, la frecuencia y extensión con que mantienen a economías enteras en el subdesarrollo y sobre cómo corregirlas. Por eso, estas fallas siguen siendo aprovechadas por grupos acaparadores, incluso dentro del contexto de la inversión extranjera.”
Esto nos obliga a repensar nuestra política de atracción de inversión extranjera de forma inversa: en lugar de seguir empleando narrativas difusas que pretenden vendernos como una economía con condiciones favorables para los posibles inversionistas, debiéramos corregir las abundantes fallas de mercado bajo las que operamos. Esto nos permitiría atraer inversiones de manera orgánica y sincera. De no ser así y si continuamos presumiendo las falsas fortalezas de nuestra economía para atraer a cualquier tipo de inversión, sólo profundizaremos nuestros problemas de desarrollo. Hoy se pretende que la inversión extranjera distribuirá la riqueza a otros niveles de la economía, ignorando que esto es imposible si solo se canaliza a través de sectores que históricamente se han enriquecido gracias a la perpetuación de fallas de mercado. De tal cuenta, cualquier promesa de progreso que se proponga a través de la inversión extranjera mal dirigida es una utopía.
Nuestras grandes fallas de mercado no sólo ahuyentan el tipo de inversión extranjera que nos conviene. Además, nos exponen a atraer inversiones de pobre calidad como empresas extractivas, generadoras de empleos de mala calidad, cómplices de monopolios locales que incrementarán los problemas principales de nuestro subdesarrollo. También, estas inversiones eximen de responsabilidad a los capitalistas domésticos que se benefician de las fallas de mercado y que esperan que sean los actores internacionales quienes inviertan y arriesguen su dinero productivamente por ellos. En el mejor de los casos, los incentivos de los capitalistas domésticos serán dirigidos a invertir más en bienes de lujo y capital inmueble poco productivo. En el peor caso, comprarán influencias y cabildearán para incrementar las barreras de entrada a nuevos competidores, entre otras medidas, a modo de continuar protegiendo sus privilegios.
Debemos buscar inversiones que le hagan competencia a los agentes económicos locales que desean perpetuar fallas de mercado. Por ejemplo, en presencia de un monopolio en la economía, debiésemos atraer inversiones que ofrezcan substitutos a sus productos, eliminando cualquier tipo de barrera de entrada e incentivando una libre competencia en beneficio del consumidor y el trabajador, impulsando la innovación y la tecnificación. Debemos crear leyes efectivas en contra de los viejos y nuevos monopolios, atraer a compañías que promuevan la internalización de externalidades negativas, y atraer proyectos que provean bienes públicos de manera adecuada. Debemos atraer empresas que estén dispuestas a generar desarrollo tangible en el país, apegadas a hacer negocios bajo el cumplimiento de la ley, con contratos completos y transparentes, respetando estándares internacionales en materias de sostenibilidad y respeto a los derechos humanos. En resumen, la inversión extranjera que no contribuya a corregir fallas de mercado existentes debiese ser rechazada o entendida como perniciosa para el resto de los sectores sociales.
“En resumen, la inversión extranjera que no contribuya a corregir fallas de mercado existentes debiese ser rechazada o entendida como perniciosa para el resto de los sectores sociales.”
Necesitamos cambiar de estrategia y comprender que mientras no corrijamos fallas de mercado, cualquier inversión será atraída por mentiras de que tenemos una economía justa y, tarde o temprano, se marchará a otro país en búsqueda de mercados más sanos. Para comprender mejor los daños producidos por fallas de mercado y generar propuestas de cómo corregirles, podríamos instituir una organización público-privada que se encargue de estudiar estos problemas económicos de forma técnica y objetiva. Una economía con mercados más competitivos, eficientes, y un estado con mayor institucionalidad son el tipo de características que harán de la atracción de inversión extranjera una tarea menos compleja y más sincera. Hoy queremos hacernos los valientes tratando de defender lo indefensible: que esta economía le conviene a empresas internacionales cuando en realidad está plagada de corrupción, monopolios, pésima infraestructura y una fuerza laboral poco productiva. El éxito genuino en atraer inversiones extranjeras debe estar sustentado en vender a nuestro país como realmente es. Debemos rechazar el positivismo tóxico que niega nuestros defectos, más continuar trabajando por corregirles.