En las últimas semanas, el país se vio envuelto en una seria crisis política. Con bloqueos en varios puntos, muchas personas protestaban por la democracia y su rechazo a la corrupción. Mientras algunos sectores se vieron amenazados por las pérdidas económicas, el alza de precios o la falta de movilidad, está en cuestión si el descontento popular fue general. Fue una protesta pacífica pero no a todos nos dolió de la misma forma. Plurales fueron las fortunas. Vale la pena resaltar y reflexionar sobre los silencios de actores que en el pasado se han opuesto al autoritarismo y a la corrupción ya que su ausencia grita sobre una lógica sospechosa, maquiavélica y antagónica a los cambios progresistas y democráticos necesarios en el país. Ya está llegando al límite su posición furtiva. ¿Es que prefieren vivir en un sistema retorcido, corrupto y anti-democrático? ¿Es que no están dispuestos a respetar la democracia y la voluntad de los votantes? ¿Se deberá su rechazo al hecho de que su prosperidad depende del mismo sistema que deseamos depurar? Ese silencio les esconde cómo detrás de la niebla y actúan desde la penumbra. Su silencio, es un silencio obscuro. Y, aunque es de lo más sencillo estimar un costo aproximado en dólares de los bloqueos, es difícil medir y pensar en los macabros y gigantescos costos que hemos pagado al intentar salir del subdesarrollo con las mismas estructuras y estrategias que ya hemos visto fracasar. Los retos del subdesarrollo se convierten en una pesadilla de la que no podemos despertar.
“¿Es que prefieren vivir en un sistema retorcido, corrupto y anti-democrático? ¿Es que no están dispuestos a respetar la democracia y la voluntad de los votantes?”
Existen muchos ejemplos en la historia de revoltosos incendiando carros, robando negocios y destruyendo secciones enteras de una ciudad, aprovechando el caos generado por protestas. Estos estallidos de violencia casi siempre son producto de la carencia de un espacio institucional organizado para que los grupos sociales negocien sus demandas. Además, es sospechoso que aquellos que rechazan los bloqueos como formas ilegitimas de protesta, se obsesionen con señalar el mal actuar de algunos escasos vándalos. Honestamente, para su magnitud, fueron pocos los incidentes de violencia en estas protestas. Esto refleja una intención sana de respetar la seguridad de los ciudadanos por parte de todos. La protesta no ocurre en un vacío. Por otro lado, escasos fueron los espacios de diálogo dentro de instituciones políticas formales que efectivamente pudieran satisfacer las demandas de la población. Esto solo conduce a que conforme pase el tiempo, los recursos utilizados para generar presión política sean más invisibles o violentos y, por ende, más costosos. El silencio de las élites se siente como estar parado frente a un precipicio; un abismo de indecisión que se forma debido al autoritarismo de las instituciones públicas y privadas, y su mala gestión al intentar resolver problemas de manera centralizada que, en principio, habían acordado resolver democráticamente. El resultado inútil de la protesta es indicativo de una resignación; una aceptación cansada del sistema torcido.
Michael Lowy, haciendo un análisis de revoluciones sociales, indica que casi siempre vienen en pares: una primera revolución resulta del descontento de un sector qué, si logra su objetivo, obtiene lo que demanda; pero, al carecer este sector del poder que poseen las élites, los cambios se generan de manera temporal y luego la sociedad regresa al orden original. La protesta es inútil. Es decir, no existe el progreso y se retorna a las malas costumbres que existían previo a este primer intento de cambio. Por ello, los poderosos saben que el esfuerzo de una protesta se puede comprometer desde un inicio a través de la división. Es hasta que viene una segunda revolución más inclusiva y general, en la que muchos sectores se pronuncian, que la protesta adquiere un carácter mas serio y efectivo. Ese cambio puede llegar a generar tanta presión que el sistema cede. Es la segunda forma de protesta que representa la oportunidad de un reto al estado actual y un progreso verdadero. Algo acá está mal. Este tipo de esfuerzos colectivos y unificados se ven cancelados y reprimidos a través del silencio de algunos. ¿Será esto indicativo de que en el fondo la conservación del sistema retorcido es esencial para los grupos más callados?
“Algo acá está mal. Este tipo de esfuerzos colectivos y unificados se ven cancelados y reprimidos a través del silencio de algunos.”
Es en estos momentos que se pueden avizorar posturas y actuaciones de los diferentes sectores sociales y detectar quienes tendrán la valentía de tomar posturas y quienes tienen la cola machucada debido a que dependen de un sistema corrupto para operar. Es tiempo de sospechosos. Es tiempo de identificar quienes buscan una sociedad más productiva, justa y transparente y quienes desean persistir prosperando a través del clientelismo podrido. Se pueden estimar las pérdidas por bloqueos a través de muchos indicadores económicos. Si bien, los costos de bloqueos en materia económica son altos, esa postura miope y cortoplacista solo es útil dentro de un contexto en el que se ignoran los costos económicos reales de vivir en una sociedad corrupta y poco democrática. Llama la atención que algunos de los sectores más molestos por las formas de protestar de otros en estas semanas, también son víctimas de las mismas carencias. Mientras protejan las migas de privilegios sobre un sistema precario que aprovechan, pero que tampoco les funciona, no avanzaremos. ¿Su posición? Acá hay un silencio alarmante. Acá es mejor no protestar. Acá debemos ser apocados. Acá es mejor permanecer callados y dormidos. Acá, que mejor no se escuche ni el paso de un ratón…Ese silencio es hipnotizante... Ese silencio es adictivo… Ese silencio es sospechoso… ¡Ese silencio es verdaderamente aterrador!