CAME: ¿una ventana al futuro de la democracia?
José Javier Gálvez sobre la Comisión de Actualización y Modernización Electoral.
Con los recuerdos todavía frescos del tormentoso proceso electoral reciente, no debería ser demasiado difícil percibir que hay reformas puntuales que son necesarias para sanear y oxigenar el proceso electoral. Que un partido considerado “underdog” por su distancia con la política tradicional haya resultado vencedor en las elecciones fue una anomalía en el sistema. Ante estas situaciones, el propio sistema puede reacomodarse y expulsar anomalías similares en el futuro. Para muestra, el propio partido que ha ganado las elecciones está en peligro y podría dejar de existir en el futuro próximo.
Resulta evidente, entonces, que el sistema necesita cambios para que la competencia entre partidos políticos permita con mayor regularidad la existencia de opciones orgánicas y honestas que, independientemente de su ideología, compitan por el poder político. Lamentablemente, las ventanas de oportunidad para proponer y ejecutar esos cambios no son demasiadas ni recurrentes. Pero este año se celebran nuevamente las sesiones de la Comisión de Actualización y Modernización Electoral -CAME-, que funciona como un espacio de encuentro para que organizaciones sociales, políticas y académicas proponen reformas al sistema electoral.
“El sistema necesita cambios para que la competencia entre partidos políticos permita con mayor regularidad la existencia de opciones orgánicas y honestas que, independientemente de su ideología, compitan por el poder político.”
Sin embargo, hay un abismo entre la articulación para exigir que se respete la ley y la articulación para reformarla. Esto podría provocar que el ímpetu con que diversos sectores sociales defendieron la democracia se desvanece luego de la aparente derrota de la amenaza.
La CAME, entonces, enfrenta dos barreras importantes para cumplir con su propósito final: la dificultad para alcanzar consensos y la falta de ejecución de sus resultados.
Sobre la dificultad para alcanzar consensos, no puede perderse de vista que este año la CAME ha recibido 111 propuestas. Es decir, 111 puntos de vista distintos sobre las reformas que necesita el sistema, desde los puntos de vista académico, social o político. Cada organización habrá planteado sus propias necesidades o sus visiones particulares sobre las oportunidades de reforma. Es intuitivo pensar que muchas de ellas estarán enfrentadas en términos ideológicos, metodológicos o técnicos.
Para un partido en formación, por ejemplo, es deseable reducir las barreras de entrada para la participación en elecciones. Para un partido conformado, quizás lo más deseable sea evitar la competencia y aumentar barreras de entrada para que sean menos las opciones a competir. La visión académica podría estar también enfrentada entre quienes abogan por un sistema más representativo y uno más de pequeñas élites pero más efectivo.
¿Cómo, entonces, se avanza en la agenda democrática? La organización de la CAME ha sabido enfrentar el problema de los consensos a través de la selección de un número limitado y específico de áreas temáticas a abordar, quizás permitiendo la discusión sobre los puntos más relevantes y apremiantes. Aunque esto no resuelva en su totalidad el problema, lo cierto es que es una manera eficiente de coordinar lo que seguro será una discusión amplia sobre problemas específicos.
“La organización de la CAME ha sabido enfrentar el problema de los consensos a través de la selección de un número limitado y específico de áreas temáticas a abordar, quizás permitiendo la discusión sobre los puntos más relevantes y apremiantes.”
El segundo problema se hace evidente una vez finalizadas las discusiones de la CAME, pues el Tribunal Supremo Electoral -TSE-, órgano encargado de su organización, no esta obligado a presentar una propuesta de reforma, y aún si lo hiciera, no está obligado a tomar en cuenta las propuestas presentadas en la CAME. Esto quiere decir que los amplios esfuerzos en la construcción de propuestas y en las discusiones de las mesas técnicas podrían terminar en nada si la voluntad política del TSE resulta insuficiente para una iniciativa de ley robusta y que responda a las demandas de las organizaciones participantes.
La CAME, sin embargo, no debe ser tratada como un espacio innecesario o poco efectivo para lograr estos resultados. Al contrario, con la seriedad que amerita, es fundamental la observación cercana del proceso y su fiscalización, de manera que las autoridades se sientan presionadas a culminar la CAME con resultados positivos para generar cambios sistémicos. Debería ser al partido de gobierno a quien más le interesara generar esos cambios, pero los intereses también se encuentran en otros partidos políticos que quieren fortalecer los procesos como materialización de sus buenas intenciones, o en organizaciones sociales interesadas en promover el mejor ejercicio de sus derechos políticos, o en académicos que tienen una mayor claridad teórica sobre el funcionamiento de los sistemas electorales.
“La CAME, sin embargo, no debe ser tratada como un espacio innecesario o poco efectivo para lograr estos resultados. Al contrario, con la seriedad que amerita, es fundamental la observación cercana del proceso y su fiscalización.”
Al final, no sería justo responsabilizar por algo tan serio solo al TSE o a las organizaciones que participan en la CAME, porque la mejora institucional del sistema por el que se reparte buena parte del poder importa muchísimo para un derecho (elegir y ser electo) que se ejerce de manera individual pero es de interés colectivo.
La CAME solo es una ventana al futuro de la democracia, pero es una ventana que no se abre sola.